Opinión
Chonismo parlamentario
No es la primera vez que estoy de acuerdo con Borrell, pero nunca tanto como cuando le ha dicho a Rufián lo del serrín y el estercolero. Y es que el punto de inflexión en la tolerancia a este sujeto ha sido la intervención del ministro de Exteriores, porque la última actuación del diputado de ERC ha sido, básicamente un bis de la de siempre. Rufián es faltón, maleducado y grosero; un oxímoron intelectual capaz de acusar al ministro de pertenecer a una organización de "extrema derecha" como Sociedad Civil Catalana olvidándose de su propio activismo independentista desde la plataforma Súmate o desde la dirección de la ANC; un simple para el que todo aquel que no le aplaude es un fascista, y una demostración viva de que no hay nada más atrevido que la ignorancia. A Borrell solo le ha fallado no haberle preguntado el nombre de sus cuatro antecesores cuando el tal Gabriel le ha señalado como el más indigno de todos los que han llevado la cartera de Exteriores. Seguro que no hubiera sido capaz de decirle ni dos. Ha hecho bien Ana Pastor en expulsar del hemiciclo a este ejemplo de la generación choni hecho carne parlamentaria. Se equivocó sin embargo al querer borrar del acta los insultos de Sus Señorías por el bien de las generaciones venideras: los vídeos de una de las sesiones más bochornosas que se recuerdan en el Congreso ya están al alcance de cualquiera y esperemos que sirvan como ejemplo de lo que no se debe hacer antes de que acabemos a leches como en el parlamento ucraniano o a zapatazos como en el de Afganistán. De lo que no hay duda es de que son la prueba de que Rufián, de tanto creerse sus propias gracietas, es ya una caricatura de sí mismo, que es tanto como decir que Monchito se ha convertido en el ventrílocuo de Rockefeller.
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