Opinión
Omnipresente
Begoña Gómez está dispuesta a dejar huella. No hay visita oficial, firma, paseo, debate televisivo o foto internacional en la que la presidenta consorte no esté presente. Canadá, EEUU, Cuba, Guatemala, Francia... la vida de esta mujer es un no parar de hacer y deshacer maletas. Su afán por echarle una mano a su señor esposo es una cosa fuera de lo normal; tanto que me recuerda al gato que vivía en la azotea de la 13 Rúe del Percebe: las viñetas cambiaban pero él siempre estaba ahí. Como ella. Un raro ejemplar de mujer de presidente dispuesta a dejar a Ana Botella en un triste segundo puesto, en cuanto a presencia junto a su marido se refiere, haciéndose montar una Moleskine propia –algunas veces, bastante impropia– capaz de poner los pelos como púas a Jesús Calleja. Así es Begoña, una trabajadora infatigable que no solo no ha pedido una excedencia de su trabajo como hubiéramos hecho la mayoría de los mortales si nuestra intención fuera pasearnos por medio mundo, sino que estaba en excedencia y ha pedido un trabajo que por lo visto combina divinamente con el devenir de su nuevo cargo como muleta presidencial.
No quiere ser un florero, dice, pero su omnipresente presencia, esa impresión de que si no está ella no hay sarao, ese afán de protagonismo perejilesco mientras se supone que dirige un centro de nueva creación dentro del Instituto de empresa, la ha convertido en un báculo florido, en una Heidi que trasmite la sensación de que sin ella Pedro solo sería un pastor de cabras. Y todo eso por puro empeño personal. Etimológicamente el nombre de Begoña significa "lugar de la colina dominante" y aunque lo de la colina de momento no tenga explicación es evidente que lo de "lugar dominante", le viene como anillo al dedo a quien ya empieza a ser conocida en las redes sociales como "doña selfiequieroplano".
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