Opinión

60 años de la revolución cubana

El 1 de enero de 1959 arrancó la célebre revolución cubana que acabó derrocando al régimen autocrático de Fulgencio Batista para erigir el régimen autocrático del Partido Comunista-Castrista cubano. Se cumplen, pues, 60 años de la revolución y, como en todos los aniversarios, uno puede aprovechar para hacer balance. ¿Cuál ha sido el resultado de la revolución socialista en Cuba durante estas últimas seis décadas? El fracaso más absoluto. Antes de la revolución, la renta per cápita de Cuba era superior a la española y similar a la italiana; hoy, en cambio, el país juega en la liga de sociedades muy pobres como Haití o, salvando las distancias, República Dominicana. Más en particular, en 1955, los cubanos disfrutaban de una renta per cápita equivalente al 27% de la de EE UU. Ese mismo año, la Europa desarrollada (Bélgica, Dinamarca, Francia o Alemania) contaba con una equivalente al 50% de la de EE UU, los países más prósperos de Latinoamérica (Argentina y Uruguay) y la Europa mediterránea (Italia o España) una por debajo del 30%. El resto de Latinoamérica era mucho más pobre que Cuba: Bolivia y Honduras, el 7%; El Salvador y Guatemala, el 10%; Perú, el 12%; Panamá, el 15%; Costa Rica, el 16%; y México, el 17%. Sus vecinas Haití y República Dominicana sólo alcanzaban el 3% y al 9%, respectivamente. En la actualidad, la renta per cápita de Italia supera el 50% de la de EE UU mientras que la de Cuba no alcanza el 13%. A su vez, República Dominicana rebasa el 26%. Sólo Haití, por motivos evidentes, ha sido un desastre mayor que el cubano. Es decir, mientras que Italia ha mejorado casi un 80% su renta relativa frente a EE UU, Cuba la ha reducido a la mitad; la isla caribeña, a su vez, ha comenzado a ser comparada con países que en su momento eran mucho más pobres que ella –como República Dominicana– y que actualmente la superan en riqueza. Mención aparte merece la comparativa España-Cuba. En 1955 España era más pobre que Cuba, mientras que hoy nuestra renta per cápita es cinco veces superior. El socialismo ha sido absolutamente incapaz de aprovechar el potencial de la isla para desarrollarla al ritmo de economías como Italia o España, las cuales tampoco han sido economías que hayan aplicado un programa reformista enormemente ambicioso. Es más, el castrismo ni siquiera puede sacar pecho en materia de indicadores sociales: antes de la revolución, la isla ya encabezaba los rankings de alfabetización y de esperanza de vida de Latinoamérica. En estos apartados, lo único que ha conseguido ha sido progresar –desde una posición que ya era relativamente ventajosa– a un ritmo similar al del resto de la región (y a un coste económico y humano muy superior). En definitiva, el castrismo, como todo socialismo, es miseria.