Opinión
Carpe diem
Las cabalgatas han puesto final a unas fiestas que –y sé que decir esto no es socialmente correcto – deberían suprimirse a excepción, precisamente, del día de Reyes por lo que tiene de magia para los peques. La Navidad es para muchas personas una época terrible en la que todo se conjura para recordarles que sus hijos no pueden volver a casa como el turrón, o que por ley de vida les queda como mucho y juntando días, un par de meses de disfrutar de sus padres, o que no hay una familia cerca con la que brindar. Hay ancianos que viven solos y cenan cada noche tan tranquilos, pero que si en Nochebuena no tienen compañía se agarran un berrinche tremendo; niños que están tan tranquilos y que de la noche a la mañana reciben el doble de su peso en regalos que en su mayoría van a acabar en la basura antes de que lleguen los carnavales; gente que no tiene nada que celebrar y a las que, por contraste, se lo recordamos con cada anuncio de perfume o de trabajador de grandes almacenes poseído por el espíritu de un elfo. En Navidad se come de más, se bebe de más, se discute de más, se gasta de más. Resumiendo: que no soy partidaria. Por eso, entre tanta reflexión negativa, este año ha sido reconfortante ver como nuestro presidente no está entre quienes sufren en estas fechas. Ni Cataluña, ni la ausencia de Presupuestos, ni el estar a punto de perder Andalucía le han amargado unas vacaciones pasadas de palacio en palacio, ora en Doñana, ora junto al mar de Lanzarote luciendo bañador verde menta. Pedro Sánchez pasa de algoritmos que le digan cuánto tiempo de Falcon le queda y disfruta del momento achando mano a cuanto hay a su alrededor, como el niño de la canción de Serrat. La viva imagen del carpe diem.
✕
Accede a tu cuenta para comentar