Opinión

Sensaciones de nuestro tiempo

Te sorprende que en tantos medios, e incluso a través de libros de pensadores y escritores, se hable tanto de la depresión como rasgo distintivo de nuestra época y de nuestra sociedad. Una obra que, en este sentido, ha alcanzado cierto eco es «La sociedad del cansancio» de Byung-Chul Han. A mí sinceramente esto me parece algo exagerado. Otros, bajando ya algo el tono, consideran o consideraron que lo propio de la literatura es crear desasosiego o insatisfacción (como por ejemplo acostumbraba a contar Saramago, acaso pensando en Pessoa). En su versión más tremendista, los expresionistas hablaron incluso de asco a la realidad (Wirklichkeitshass).

En mi último librito, que comparto por este medio («La sensación del sinsabor y el placer estético», Editorial Abada febrero-marzo 2019) me puse en la piel de un oficinista y traté de describir sus sensaciones propias. Después me daba cuenta de que la descripción de tales sensaciones era posiblemente un medio de describir el espíritu mismo de nuestro tiempo. Los escritores que se han adentrado en el «género de la oficina», muchos la verdad, han solido tratar con cierta falta de indulgencia a sus personajes... Con el paso del tiempo, yo creo que el mundo en gran parte se ha convertido en una gran oficina y el interés está más bien en servirse de la oficina para expresar la realidad misma, además de hacer ver que el oficinista no tiene culpa alguna.

Pues bien, en este contexto, en el librito mencionado me he fijado en algo aparentemente anecdótico, que creo ha pasado desapercibido en lo literario, que es el sinsabor, realizando un relato algo poético de la realidad contemplada desde tal perspectiva puramente literaria. Además de describir cómo son las sensaciones que dejan los sinsabores y pensar sobre ello, el personaje de la obrita (Sr. Sin) nos expresa su confianza en el placer estético como superador de esa sensación que sin querer le invade continuamente, que procede de un sinsabor, como tal trivial, pero que se muestra existencialmente de forma bastante inmediata y especialmente cotidiana. A través del placer estético supera esa sensación no querida, es la solución que se le ofrece, pero finalmente no termina de tener (el placer estético) una mínima consistencia, al menos la necesaria (que precisa el personaje) como para mostrarse como alternativa a la oficina como sinónimo de realidad. También indaga en la mística y la religión. Por otro lado, este personaje considera que el sinsabor es algo típico de nuestro tiempo precisamente porque no hay una alternativa mejor respecto del diseño de nuestro modelo social. Indaga en posibles opciones al modelo social actual y observa que las distintas alternativas son peores se mire por donde se mire. Con posible cierta exageración o extravagancia en este punto, ve en el arte, o lo cultural simplemente, un posible elemento para ese diseño social mejor, pero acaba concluyendo que es preferible que la sociedad quede configurada conforme a los principios que en occidente la integran, pese a no satisfacerle.

En fin, acaso haya algo de verdad, o quizás sea todo puro diletantismo, en cuanto al estudio de las sensaciones de nuestro tiempo. Siendo literatura, con lo último bastaría también. La actitud del personaje se incardina en esa tradición del desasosiego intelectual que algún valor tiene en el plano filosófico. Los sinsabores son algo en lo que nadie había pensado por su falta de trascendencia. Lo significativo es, en realidad, el énfasis puesto en anular el relato y en expresar los textos como pura expresión de sensaciones. Acaso este punto es el único que realmente importa. En definitiva, se informa de posibles sensaciones de nuestro tiempo.