Opinión

Olvidadizo

Tiene que hablar con tanta gente para seguir destrozando España con sus decretazos, que ha olvidado responder al Consejo de Transparencia y Buen Consejo y ofrecer nítidamente a los españoles los datos de los gastos de sus viajes cachondos en los Falcon de la Fuerza Aérea Española. Este organismo, a falta de noticias de Sánchez y La Moncloa, ha reiterado su exigencia, instándoles a responder de forma inmediata a su requerimiento. Pero claro, Sánchez que estaba dispuesto a cumplir con su deber y revelar los datos de sus caprichosos vuelos, se ha bloqueado ante la necesidad de sus pactos. Y ha pactado. Con el PNV nuevas transferencias - ¿queda alguna por trasferir?-, con ERC la celebración del «referéndum» ilegal, y con Bildu y Otegui, la puesta en libertad de los terroristas encarcelados. Algunos de ellos, por asesinar o colaborar en los asesinatos de políticos y militantes socialistas, que conviene recordarlo.

Hasta el momento, los únicos gastos que ha reconocido Sánchez en relación a sus viajes privados en un avión del Ejército del Aire, ascienden a 283 euros. Es decir, que disponer de un «Falcon» para asistir en una playa de Castellón a un concierto veraniego y usar el Falcon para acudir con familiares, escoltas y demás equipaje humano a la boda de su cuñado en Logroño, suma 283 euros de gasto oficial y constatado. Deseo ingresar en ese club tan divertido y viajero. De aquí al verano, tengo cuatro bodas. Y ruego a Sánchez que me haga las pertinentes gestiones. Se casa una de mis sobrinas más queridas, Icíar Ruiz de Velasco Aguirrebengoa. Y necesito el «Falcon» el día 5 de julio en el aeropuerto de Santander para volar a Cuenca. Ignoro si existe algún aeropuerto por la zona alta de Cuenca, pero me conformo con aterrizar en Guadalajara, siempre que al llegar tenga a mi disposición tres coches oficiales y diez motoristas de Tráfico de la Guardia Civil que me abran paso durante el trayecto. Tenga por seguro el leñador del árbol de España que quiero mucho más a mi sobrina que él a su cuñado, que por su apariencia, ni fu ni fa. Y diez días más tarde, en el mismo aeropuerto de Parayas, preciso del avión para desplazarme a Málaga en similares condiciones. Si me obligan a pagar los gastos de los dos modestos viajes, no tenga duda el doctor Sánchez que abonaré en metálico y con antelación los 283 euros de gasto, que comprenden el combustible, las copas y comidas a bordo, las dietas de los motoristas, los sueldos de los pilotos, y demás zarandajillas sin importancia. Y deseo, si no es abusar, que las comidas sean tradicionales y sanas, no como las que se han puesto de moda en las líneas aéreas, que uno no sabe lo que le ofrecen. Como dijo el gran productor de cine sueco Gustav Olesson, «si el alimento que te ofrecen en un avión es marrón, se trata de carne; si es blanco, se trata de pescado. Si es de cualquier otro color, no lo comas».

Por supuesto, que si coincidiendo con mis vuelos a Cuenca y Málaga, algún familiar de Sánchez quiere aprovecharlos para volar en mi avión, podrá hacerlo siempre que se pague su comida y su bebida, unos 2 euros, aproximadamente si nos atenemos a los gastos presentados desde La Moncloa. El tercer viaje no me atrevo a solicitarlo, porque la tercera boda la tengo en Punta Cana, República Dominicana. Lo que voy a intentar es que conviden a los Sánchez y al revuelo del capotillo, me acoplo en el avión. Lo malo es que Sánchez convide a alguno de sus nuevos amigos y socios y me vea obligado a compartir avión con el terrorista Otegui. Prefiero cubrir el trayecto en avión de línea, barco mercante o moto náutica, a la que soy un gran aficionado.

Nada hay más barato que fletar un avión oficial para acudir a guateques familiares o conciertos estivales, de acuerdo con las cuentas de Sánchez. Dado que me gusta mucho en el aperitivo tomar anchoas de Santoña, me comprometo a llevarlas a costa de mi bolsillo. Son más caras que el combustible, pero algún esfuerzo habrá que hacer. ¡Qué ilu!