Opinión

Esto de la política ya empalaga

Hay una cierta desproporción entre la importancia que se otorga a los políticos y la que se otorga a los demás, no políticos. Es tan desproporcionado el fenómeno que a este paso vamos a llegar a una cierta desmotivación por parte de los profesionales, en cuanto a las actividades que realizan. Empieza a carecer de interés social todo cuanto hacen. Un juez se convierte en un productor de sentencias. Un profesor universitario ve como único aliciente el sueldo y, si es el caso, la relativa comodidad del oficio comparándose con otros posibles que están peor. Estos puestos siguen siendo puestos que se ambicionan, pero en puro sentido material, ya no intelectual. Y es que, si uno quiere hacer algo que suscite interés social, ha de ser político (o periodista). La atención social se dirige a ellos. Los medios les pertenecen. Los actos sociales son suyos. Uno puede estar toda una vida para intentar contar algo de interés (el «minuto» vital de gloria que hablara Warhol), cuando un político puede causar el mismo efecto sin precisar estar toda una vida para ello. Y la segunda parte del tema es quiénes son hoy políticos. No hablemos ya de los fichajes, por parte de los partidos políticos, tan característicos de los últimos años, por supuesto prefiriendo a deportistas o entrenadores o a personas que por azar han sido mediáticas de cualquier modo. Se llega a desmotivar incluso la entrada en política, a los profesionales de prestigio, considerando que su función no será ya aportar a la sociedad, sino someterse a puros riesgos de querellas puramente subjetivas e interpretativas de unos contra otros. ¡Tremendo!

Pasarán las elecciones y seguirá hablándose solo de políticos, y de las alianzas entre partidos. Lo singular es que, además, debe ser así, porque la situación del país es tan crítica que es hasta obligado que no bajemos la guardia, no sea que cualquier día, por no hablar de política, se haga un pacto leonino contrario a España, que al final es lo más importante. Es decir, que parece que estamos condenados a seguir atentos a los políticos. Pero esto ya empalaga un poco.

Con todo, sería conveniente algún mayor espacio de poder para no políticos. Después de décadas dominadas por el absolutismo de los políticos, tocaría un relevo. Hablemos de utopías y extravagancias: imagínense que, de pronto, en todo Occidente, para compensar el absolutismo de décadas de los políticos (y periodistas relatores de políticos), se decidiera que en los periódicos y en la televisión y en los demás medios, solo se va a hablar de escritores, científicos, artistas, intelectuales, profesores. Yo, personalmente, me apunto a este Despotismo ilustrado, aunque sea solo por un par de años, y después que vuelvan los representantes del pueblo de nuevo. E imagínense que, en tales medios, «salieran» profesores entretenidos (también existen, ¿lo sabían? entre tantos que hay, algunos hay) contando lo que hacen, en plan divulgativo y para todos los públicos. O poetas entretenidos seleccionando y comentando sus poemas. O científicos explicándonos su trabajo y sus preocupaciones. Este modelo es una utopía porque funciona solo cuando tiene el dominio social (véase, por ejemplo, «La Imposibilidad de la Cultura»; o «El gran bostezo», o «La sensación de sinsabor»).

El caso es que nunca se ha invertido tanto en profesorado. El caso es que nunca ha habido tantos escritores como hoy (proliferan hasta editoriales donde uno se puede permitir publicar su libro). El caso es que hay talento por doquier. El caso es que hay gente entretenida en el mundo intelectual cuyo mensaje no llega. El caso es que la cultura puede llegar a ser incluso lo más divertido. Y el caso es que hay un problema social grave, porque falta un hilo comunicador entre creador y público. ¿Se imaginan desplazar la atención hacia todas estas nuevas formas? El problema es que se producen muchas ideas, en universidades y en centros privados o por individuos, pero no se conocen. Y ¿cómo se van a comprar libros si la gente ni siquiera conoce a los autores? Cuando más, un par de editoriales famosas, a su puro antojo, disponen qué escritores pueden controlar todo ese mercado. ¿Tú no cobras a fin de mes? Eso dijo un burócrata de una Universidad para consolar a un profesor desencantado. Y creo que es triste cuando esto llega a ser verdad, porque la vida no debería ser solo el sueldo a fin de mes aun sin ignorar este logro.