Opinión
Películas de supervillanos
El jueves pasado se publicó una columna que refleja perfectamente el problema que los catalanes tenemos con el catalanismo. Era de Pilar Rahola –nuestro Donald Trump regional– y con su precipitación habitual venía a deslizar de fondo disparates tales como que Rivera, Valls, Álvarez de Toledo y Jordi Cañas eran sencillamente todos malvados, se les notaba en la cara y por allí donde pisaban dejaban tierra quemada porque rezumaban odio. Caramba. Se debía a la exagerada cara de enfado que puso Rivera el día que los diputados detenidos visitaron el Congreso. De ello, Rahola y un tal Domínguez sacaban estas drásticas conclusiones, y extendían esa generalización a todo aquel que pasara cerca o discrepara con el ideario mártir.
Por supuesto, ya se habrán dado cuenta del fariseísmo e hipocresía esencial de todo el asunto que es un clásico del supremacismo. Se trata de satanizar al que piensa diferente y difundir el odio hacia él, asegurando que lo haces porque eres tan bueno que combates sus malos sentimientos. Es decir, acusarles de hacer lo que precisamente estás haciendo tú de tapadillo, mientras los connotas de cara a gran parte de la población. O sea, puro Münzenberg. Está claro que este tipo de demencias intelectuales no arraigan en los bien preparados, pero azuzan el rencor acrítico entre la clase media bienpensante más sencilla. Tristemente, lo hacen desde una tribuna que en otro tiempo prestigiaron escritores de la talla de Gaziel, Pla o Xammar.
Hombre Pilar, si tanto quieres el diálogo y te preocupa el odio no creo yo que sea lo mejor llamar malvados a los que piensan diferente.
Por nefastas que sean tus expresiones, tus paisanos no te reduciremos a una simple malvada puesto que la realidad no es una película en blanco y negro de James Bond donde existan supervillanos. Los catalanes hemos de dialogar entre nosotros, porque cada mitad tiene un proyecto contrapuesto para la zona. Y hechos irrebatibles como la publicación de un artículo así ponen de relieve que, para el catalanismo, el diálogo debe ser: «vamos a dialogar sobre que tú eres malvado y yo bueno». Pero es que, a eso, Estrasburgo no lo llamará diálogo, sino propaganda farisea.
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