Opinión
Condorcet (1743-1794)
Nicolás de Condorcet fue un político, economista, filósofo y matemático francés, amigo de A. R. Turgot que lo nombró «inspector de monedas» en 1775, muy relacionado con D’Alembert, con el apoyo del cual fue elegido miembro de la Academie Française el año crucial de 1782. Fue un activista revolucionario en las filas del partido girondino hostil a Robespierre, así como al proyecto de constitución de 1793. Murió en prisión, quizá por suicidio. Su interés principal fue la matemática, el cálculo integral, es decir, la matemática analítica, tan importante hoy para el análisis de los textos históricos, para la identificación de constantes en un mundo sujeto a cambios súbitos e imprevisibles. Su libro «Matemática Social» se proponía el estudio de los fenómenos del mundo humano a través de su formación y la elaboración de valores medios, introduciendo la estadística y el cálculo de probabilidades con previsiones aproximadas; en el campo económico no elaboró nada original, pero se adhirió fuertemente a las teorías fisiocráticas que expuso en el famoso escrito «Reflexiones sobre el comercio de granos» (1768).
En 1792 presentó su informe a la Asamblea que constituye la obra más importante de la doctrina pedagógica de la Revolución Francesa. Su obra más conocida es «Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano» (Esquisse d’un tableau historique des progrès de l’esprit humain, 1794), que es el esquema de una obra no terminada, proyecto de un trabajo mayor que no llegó a realidad, aunque se conservan fragmentos y en la que despliega un notable optimismo. Escrito en los últimos meses de vida, exalta un activismo desbordado por la Revolución Francesa, que interpreta como un proceso de emancipación del género humano. El «Bosquejo», escrito al final de su vida, continúa la exaltación mágica de la revolución como culminación de un proceso de emancipación del género humano iniciado, según él, con la reforma protestante y la aparición de la imprenta. A su modo de ver, el progreso de la humanidad es tanto más rápido cuanto más se colectiviza la ciencia y el conocimiento: el camino del progreso. Los procesos negativos según Condorcet son responsabilidad, son patrimonio de «castas cerradas», que recaen, según él, sobre el cristianismo y la Iglesia Católica. El progreso radica en una dialéctica conductista, convertida en una corriente de psicología conocida bajo el nombre de behaviarismo –de «behavior»: conducta– conjunto de reacciones del organismo animal o humano, con absoluto desprecio al espíritu.
El conductismo tuvo un potente éxito especialmente el contexto de la nueva cultura norteamericana se produjo una profunda insatisfacción por los resultados de la psicología dualista, entre el cuerpo extenso y la mente inextensa y subjetivista del estructuralismo. Watson remitió la crisis de la psicología al asociacionismo y a la psicología animal de tendencia subjetivista y, por último, el monismo biologista derivado del evolucionismo darwiniano y funcionalista. La propuesta de Watson remite la crisis de la psicología de modo exclusivo a los fenómenos de conciencia que escapan a la metodología experimental y cuantitativa. Watson propuso sustituir la conciencia por la conducta observable, que de hecho se reduce afecciones musculares y glandulares externas.
En los años siguientes un número cada vez mayor de psicólogos se alineó en el antisubjetivismo de las tesis watsonianas, neoconductistas que, por otra gran frecuencia polemizaban entre sí. El último rasgo se encuentra en Burrush Frederic Skinner en la formalización del neoconductismo, en abierta oposición a Skinner, conduce a la cuantificación de las variables y se regresa a la elaboración de las estadísticas y las «estructuras sígnicas».
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