Opinión

Biarritz, mon amour

Intuyo que Sánchez ha acudido a la cumbre de Biarrtiz cumpliendo con su papel de desaparecido en funciones. Apenas una breve entrevista con el majadero de Boris Johnson y la foto. Eso sí, la foto no la perdona. Un saludo coloquial a Trump –Hola, Donald-, y la respuesta de éste –Hola Gooffy-. El Hotel «Du Palais» ocupado por los participantes, sus cónyuges y los dispositivos de seguridad. Mientras los americanos, los alemanes y los franceses se reunían para tratar de chinos y aranceles, Sánchez y Begoña en «La Patinoire», un exclusivo local donde se puede patinar sobre hielo por diez euros a la hora. Finalizado el ejercicio deslizante, merienda en Dodín, en la Grand Place. «Chocolat au lait» con cima espumosa y tostadas «a la beurre d´Ascain», localidad más inmediata a San Juan de Luz donde se ubica el golf de Chantako, propiedad de la familia Lacoste, y cuyas vacas pastan en maravillosos prados. De su leche, surge la mantequilla de Ascain, que posteriormente exudan las tostadas de Dodin. En la Place Clemençeau, la competencia, Miremont, sobre la playa. En Miremont el chocolate es más claro que en Dodin y entre los camareros hay dos afables negritos procedentes de Dahomey, lo que hizo imprescindible la visita de Begoña, por lo suyo de África.

En la misma plaza de Clemençeau se sitúa el Bar Royalty, muy frecuentado por los veraneantes españoles. Ni tocar el Royalty, que la cosa no está para bromas y los españoles le hubieran soltado más de cuatro palabrotas. Se lo preguntaba Jardiel Poncela a sí mismo: ¿Qué es más que cuatro palabrotas? Fácil respuesta. Cinco palabrotas.

Los viejos almacenes de mi infancia, «Biarritz Bonheur», han sido asimilados por los poderosos parisinos de «Galleries Lafayete», donde de niño compraba mis «Pierrot Gourmand» y las latas de crema de chocolate «Mont Blanc». Si no han comprado los Sánchez ninguna lata de «Mont Blanc», les recomiendo que, ahora que ya no quedan estadistas por las calles de Biarritz, retornen en su Falcon al aeropuerto de Parma y adquieran un buen lote de este producto inmortal, para las niñas, claro. Y a dos pasos de ahí, en la esquina de una calle que no recuerdo su nombre con otra que tampoco me viene a la cabeza, destaca la «Cremerie Iparralde», donde se sirven los mejores quesos de Francia. Que ya lo dijo el General De Gaulle en un momento de cansancio: «Resulta imposible gobernar una nación con quinientas clases diferentes de quesos». En la «Cremerie Iparralde», que en mi niñez se denominaba «Cremeríe Etcheberri» se despachan las quinientas variedades de quesos franceses, más de un centenar de suizos, y alguno holandés. De España tan sólo «Le Fromáge de La Manche», en resumen, el queso manchego. Aprovechen los Sánchez para comprar quesos, que en el Falcon caben bastantes variedades.

Me cuentan que el representante de Irán y el Presidente Macron mantuvieron en un salón del Hotel Du Palais una larga y sincera conversación, mientras los Sánchez, que carecían de interlocutores, alquilaban una «cabagne» en la piscina del fantástico hotel, que fue regalo de Napoleón III a su esposa, la emperatriz Eugenia de Montijo, más española que las morenas de Romero de Torres. De ahí la querencia de los españoles en elegir el Palais para alojarse y gastarse los euros en el Casino de Bellevue o en el Municipal, más hortera el segundo, y por ende, el que visitaron los Sánchez para admirar sus prodigiosas lámparas de cristal que cuelgan de sus techos. En el bar del Bellevue, con mi inolvidado amigo Eugenio Antonio Egoscozábal Ubarrechena, conocí al príncipe Yussupov, asesino de Rasputín, que, a cambio de un par de whiskys me narró la muerte del siniestro clérigo, que con posterioridad de zamparse una bandeja de pasteles con cianuro, precisó de cinco disparos para caer muerto sobre la helada superficie del Neva. Esto no viene a cuento, pero como me sucedió a mí, me da gusto contarlo.

Así, que después de Dodin, Miremont, la «Patinoire», la «Cremeríe Iparralde», las «Galleries Lafayete», la «cabagne» del Palais, el somero recibimiento de Macron, la breve charla con Johnson y el intercambio de saludos con Trump –Hola, Donald-, -Hola, Gooffy-, los Sánchez volaron hacia Madrid con el deber cumplido y el éxito internacional en sus sensaciones.

El éxito de nuestro Presidente en funciones y de su esposa, es nuestro éxito, y por ello, nada me complace más que hacerlo público desde el gozo y la admiración. Nada es improvisado. Cuando se trabaja, se triunfa. Orgullosos de Sánchez.