Opinión

“La batalla de Culiacán”: las incógnitas de una derrota de Estado

La fallida operación para detener a uno de los hijos del Chapo Guzmán muestra un nuevo auge del crimen organizado en México que arrolla al Gobierno del populista López Obrador 

Los primeros botones de la camisa desabrochados, dos escapularios al cuello y el mentón elevado en un gesto de soberbia hacia todo un país. La foto de Ovidio Guzmán López, detenido brevemente y después liberado tras una operación fallida de las autoridades mexicanas ya forma parte de la iconografía del narco en México. Se recordará como el símbolo del día en que el cártel de Sinaloa desafió al Estado y los militares claudicaron. Un episodio bautizado como “la batalla de Culiacán” que deja en entredicho la capacidad del Gobierno de López Obrador para lidiar con el crimen organizado que ha vuelto a mostrar toda su fuerza.

El intento de captura del hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán, líder histórico del cártel de Sinaloa que desde el verano cumple cadena perpetua en una prisión de Colorado, Estados Unidos, fue un completo fracaso. Apenas una treintena de efectivos del Ejército y la Guardia Nacional accedieron a la vivienda donde se encontraba el “chapito”, pero rápidamente se vieron rodeados por sicarios que los superaron en fuerza, así que decidieron abortar la misión y dejar libre al “chapito”. Esta fue la primera versión ofrecida esa misma noche por el ministro de Seguridad Pública Alfonso Durazo, que dijo que el grupo de militares hacía un “patrullaje de rutina” cuando recibió disparos desde una vivienda. Al entrar encontraron a cuatro personas, entre ellas a Ovidio Guzmán. El relato oficial fue desmentido a las pocas horas por un compañero de Gabinete, el ministro de Defensa, Luis Sandoval, quien reconoció que el objetivo era capturar al narco y extraditarlo a Estados Unidos, donde enfrenta cargos por tráfico de cocaína, metanfetamina y marihuana. El general reconoció que la operación había sido “deficiente y precipitada”.

En medio del descalabro informativo el presidente Andrés Manuel López Obrador reconoció que se enteró del operativo cuando ya estaba en marcha y avaló la decisión del gabinete de seguridad de dar marcha atrás y liberar a Ovidio Guzmán para evitar el derramamiento de sangre que implicaría el enfrentamiento del Ejército con los hombres del cártel. “No puede valer más la captura que un delincuente que la vida de las personas” argumentó, aunque durante la semana evitó explicar por qué falló la captura. Hasta el momento no se ha producido ninguna dimisión en el Gabinete de seguridad y el presidente decidió no viajar a Culiacán, que vivió escenas de terror durante varias horas.

La fallida detención de Guzmán desató el caos en la capital de Sinaloa. Una ciudad de un millón de habitantes que quedó bloqueada en minutos por los secuaces del cártel que se movilizaron rápidamente. Por las redes sociales empezaron a circular vídeos de civiles armados a bordo de camionetas con ametralladoras instaladas en la parte trasera. Varias calles quedaron bloqueadas por vehículos en llamas, el aeropuerto quedó sin actividad, se cancelaron las clases y el transporte público y decenas de personas pasaron la noche resguardados donde pudieron; en el supermercado o en la sucursal bancaria. El caos propició una fuga masiva de la prisión local y 47 prisioneros siguen en libertad.

“Se trata de un nuevo auge del narco en México”, según dice a LA RAZÓN el experto en seguridad nacional Javier Oliva, que señala varios comportamientos inéditos en “la batalla de Culiacán”. Los pistoleros amenazaron con atacar la unidad habitacional donde viven las familias de los soldados si no liberaban a Guzmán López, tirotearon las instalaciones de la policía municipal y la fiscalía y amagaron con matar a ciudadanos inocentes, para Oliva “un acto de cobardía que puede afectar a su base social” que tradicionalmente ha defendido o justificado las acciones del cártel. Hay que sumar los hechos ocurridos en los días previos, que respaldan la idea de que el crimen organizado mantiene intacta su fuerza en distintos estados. En Michoacán fallecieron 14 policías en una emboscada de supuestos pistoleros del Cártel Jalisco Nueva Generación, varios tiroteos en Guanajuato se saldaron con al menos cinco muertos y en Guerrero el enfrentamiento entre el Ejército y delincuentes terminó con un soldado y 14 delincuentes fallecidos.

A pesar de la demostración de fuerza del narco en Sinaloa que dejó un saldo de 14 muertos, Oliva subraya que las fuerzas armadas mexicanas superan ampliamente al crimen organizado y la sensación de que la ciudad estaba tomada se debe a la orden del presidente de que los militares no abrieran fuego para evitar la muerte de transeúntes. “Hay dos falacias muy extendidas. Una que eran suficientes delincuentes para oponerse a los militares cuando en Culiacán está el cuartel de la Novena Zona Militar que por lo menos alberga a 7.000 elementos (efectivos). Por número nunca iban a ser superiores y por armamento menos. No hay ningún grupo criminal que supere en capacidad de fuego a una fuerza armada como la mexicana.”

“Sin duda el Ejército podía responder con fuego, pero el costo en vidas humanas de soldados, familias de los soldados e incluso los propios criminales seria muy alto y creo que la decisión fue buena pero que todo el operativo fue malo”, explica a LA RAZÓN Juan Carlos Montero, experto en seguridad del Tecnológico de Monterrey.

Aún por debajo del poder del ejército mexicano el Cártel de Sinaloa exhibe una salud de hierro. La detención de Joaquín Guzmán no le ha debilitado y la acción de Ismael “El Mayo” Zambada, otro de los dirigentes históricos de la organización, que va a cumplir 72 años ha permitido que las diferentes facciones, incluidos los hijos del Chapo, permanezcan unidas. Un reportaje publicado por el periodista mexicano Óscar Balderas, relata una visita secreta a Sinaloa de altos funcionarios de la DEA, agencia antidrogas estadounidense, en el mes de septiembre donde se percataron de que, muy lejos de estar debilitada, la organización permanece muy fuerte. Esa visita se señala además como el origen del operativo fallido contra Ovidio Guzmán, por presiones de la Administración Trump que llevaron a una acción atropellada en México. “La ausencia de violencia en los últimos años asociada al Cártel de Sinaloa no implicaba que estuviese dormido, muy por el contrario implica que está fuerte, que puede estar en su territorio sin cuestionamiento de la autoridad ni de otro grupo rival”, apunta Montero.

La decisión del Gobierno de dar marcha atrás ha generado polémica y abierto un debate entre afines y detractores, pero lo que más daño está haciendo a la imagen del Ejecutivo es la falta de información. Una semana después aún no existe una versión oficial y quedan muchas incógnitas por resolver: dónde y cuánto tiempo estuvo detenido Ovidio Guzmán, por qué participaron tan pocos hombres, ¿falló la información de inteligencia?. Este jueves el secretario Durazo ha salido al paso de dos de los rumores que más fuerza cobraron y aseguró que en la vivienda “no estaba Iván Archivaldo” otro de los hijos del Chapo que según “The New York Times” también fue detenido y liberado el mismo día. “Él estuvo fuera y fue uno de los promotores de la movilización de integrantes de la organización criminal”, afirmó el responsable de Seguridad Pública que también desmintió que en el operativo participase la DEA y afirmó que se está preparando un informe sobre lo sucedido en Culiacán que se hará público y se entregará al Congreso y al Senado.

Javier Oliva recuerda que es el primer fallo que comete la administración de López Obrador en este tipo de operativos. “Ha realizado 14 detenciones de alto impacto y todas le habían salido bien, entre ellas la del líder de Los Rojos Santiago Mazari “El Carrete”, el 1 de agosto. Una política de descabezamiento de organizaciones similar a la que llevó a cabo el expresidente Felipe Calderón, aunque en esta ocasión centrada en mandos intermedios.

El gobierno ha advertido de que finalmente conseguirá detener a Ovidio Guzmán, una decisión equivocada para Juan Carlos Montero porque “aunque fue una humillación de nada va a servir detenerlo, solo generará más problemas”. “El presidente debe centrarse en la estrategia que anunció, ir por las finanzas de los grupos criminales y dejar de lado este tipo de detenciones que llaman mucho la atención de la prensa y nos ganan el aplauso de agencias internacionales, pero no son su estrategia”.

El resultado hasta el momento no está siendo positivo y en lo que va de año se han producido más homicidios que nunca. De continuar la tendencia se alcanzarán los 35.000 homicidios y 2019 se convertirá en el año más violento desde que hay registros en México.