Opinión

El Camino de Santiago en el Valle de Mena

La España cristiana entre los siglos IX y XI se caracteriza por el auge de los monasterios, el asentamiento de la población campesina en aldeas y villas, así como el impulso hacia el exterior y la peregrinación al sepulcro del Apóstol Santiago, elemento de gran transformación cultural en la mitad norteña de la Península Ibérica. Castilla adquiere la suprema condición de Reino con Fernando I, que inicia la expansión castellana y el afianzamiento del Reino con linajes raigales. Enrique II crea las dos casas primero con la donación a Pedro Fernández de Velasco de la Villa de Medina de Pomar y posteriormente cede las tierras de Villarcayo a otro linaje importante: la casa de Salazar. El Valle de Mena se integra en Castilla en 1492, cuando el condestable de Castilla obtuvo merced real de «Merino Mayor de Castilla Vieja y Tierras de Mena» con personalidad propia por ser Valle Real. Desde el siglo XV Mena ya se organiza en alfoces, villas y aldeas. Los Reyes Católicos introdujeron corregidores cuya condición obtiene Villarcayo; en las crónicas del canciller López de Ayala ya puede seguirse este ordenamiento del Reino, que culmina en las Cortes de Toledo de 1480. En esa época coincide en Villasana de Mena el levantamiento del convento de clausura de las monjas clarisas y el diseño de la plaza de Santa Ana. En Castilla, un fuerte proceso de renovación cultural dio lugar al momento de mayor expansión del Románico, bajo la influencia cluniacense, que renovó una serie de escuelas locales artísticas, siendo una de ellas el románico menés.

El Reino de León se rehízo con Alfonso V que se impuso a la curia regia de León para alternar como una de las tres potencias cristianas del momento: el condado de Castilla y el Reino de Navarra. Sancho III Garcés el Mayor transformó el primitivo reino de Navarra convirtiéndose en el árbitro de la España cristiana en el primer tercio del siglo XI. Fue monarca «regnante et imperante» en Pamplona, Castilla, Rioja, Vizcaya, Álava, Guipúzcoa, León, Aragón, Sobrarbe, Ribagorza y Gascuña, amén de establecer estrechas relaciones con el condado de Barcelona, así como con sus vecinas taifas musulmanas. Por medio de hábiles movimientos políticos y enlaces familiares consiguió la hegemonía en la Península Ibérica y se abrió hacia Europa. Propició el auge cultural románico. Fue gran protector e innovador del Camino de Santiago e introdujo la orden de los benedictinos, procediendo a la reforma de la orden y consiguiendo una rotunda afirmación de la cultura románica. Muerto el 18 de octubre de 1035 su hijo segundogénito, Fernando lo hizo enterrar con gran pompa en Oña, apuntando así la importancia que el rey de Navarra otorgaba a Castilla. Sancho III Garcés fue árbitro de la España cristiana en el primer tercio del siglo XI. Incorporó territorios al ámbito castellano los años 1027-1028: Álava con el núcleo primitivo de Vizcaya, las futuras Encartaciones, así como La Bureba y Montes de Oña; su hijo primogénito García añadió a su dominio territorios de Castilla Vieja entre el Ebro y el mar. En el año 1052 estalló una disputa y fueron reivindicadas las tierras norteñas de La Bureba y se reajustaron los límites. Fernando I convoca el Concilio de Coyanza en 1055 y se ordena la vida de los clérigos y frailes, estableciéndose una política eclesiástica y se ordena que los monjes vivan la regla de San Benito o la de San Isidoro. En este ambiente resurge el culto al Apóstol Santiago y se restablecen las peregrinaciones con dos etapas claramente señaladas: inicialmente, en el siglo IX, los fieles de los pequeños territorios, condados y reinos del norte peninsular, además de poblaciones y puertos de la costa cantábrica; posteriormente, Sancho III propició el camino entre Roncesvalles y Nájera, así como la construcción de monasterios y hospederías lo cual facilita que en el siglo XI comience el peregrinaje de franceses, alemanes, etc., bajo orientación cluniacense y cisterciense. El obispo Diego Gelmírez fue el máximo impulsor de las peregrinaciones. En el año 1170 la Orden de Santiago asumió la protección de los caminos de peregrinación. El Valle de Mena a través de sus pobladores e hijosdalgo participó activamente. El primer hospital fue el de San Medel en Taranco de Mena. Posteriormente San Julián de Ovilla, Santa María de Siones, San Lorenzo de Vallejo de la orden de San Juan de Jerusalén y Santa María de Vivanco fueron iglesias hoy todavía testigos de la preponderancia que, en el Valle de Mena, adquirió el Camino de Santiago, donde se aprecia, en sus altos relieves, el testimonio histórico del paso del Camino de Santiago por el Valle de Mena. La tradición continúa en los reinados de Sancho II y de Alfonso VI de León. Nunca se interrumpió la relación y el peregrinaje desde y por el Valle de Mena.