Opinión
Hundimiento bursátil
La pandemia del coronavirus está convirtiéndose en una crisis humanitaria de primer nivel: a escala global, el número de contagios supera ampliamente los 320.000 y la cifra de muertes se ubica alrededor de las 15.000. Pero, a su vez, también está transformándose en una crisis económica superlativa. Las estimaciones de las diversas casas de análisis apuntan a que el PIB comunitario caerá entre un 20% y un 30% durante el segundo trimestre de este año; porcentaje que, si la crisis sanitaria terminara pronto y disfrutáramos de una rápida recuperación en forma de V, se estima que sólo implicaría una contracción anual cercana al 3% (similar a la que experimentamos durante la depresión de 2009). Es del todo comprensible, pues, que las bolsas mundiales hayan reaccionado con preocupación –e incluso pánico– a esta sucesión de malas noticias. Así, desde que hace un mes comenzara a constatarse generalizadamente que el Covid-19 era mucho más que un «virus chino», que las tibias medidas de contención adoptadas por los gobiernos occidentales habían fracasado estrepitosamente y, por tanto, que la epidemia había penetrado de lleno en el corazón de Europa y de Estados Unidos, las principales bolsas mundiales comenzaron a desmoronarse. Basta con repasar cuál ha sido la evolución de los principales índices durante el último mes: el Ibex 35 se ha desmoronado un 35%, el Dax alemán se ha dejado el 34% de su capitalización, el FTSE MIB italiano ha descendido un 39% y el Dow Jones estadounidense ha visto esfumarse el 35% de su valor (lo que equivale a decir que todas las ganancias acumuladas durante los tres años de la era Trump han desaparecido en tan sólo 30 días). El mensaje que las bolsas nos están mandando a todos los ciudadanos es que vamos camino de una crisis económica con muchísimas incertidumbres en el horizonte. Como es evidente, y como ya hemos apuntado, si consiguiéramos domeñar a la pandemia en un par de meses, los daños no serían demasiado hondos y, por consiguiente, cabría prever que los índices resurgieran con rapidez. Si, en cambio, la pandemia se extiende durante varios trimestres –con la actividad parcial o totalmente paralizada durante tanto tiempo–, entonces los quebrantos no sólo serán profundísimos, sino perdurables (las quiebras empresariales y los despidos no temporales se multiplicarán). Ante semejante panorama, a nadie debería sorprenderle que los inversores huyan despavoridos de los activos arriesgados (como las acciones) y busquen refugio en activos libres de riesgo (como la deuda pública estadounidense o alemana). Ahora mismo, el horizonte es inescrutable.
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