Opinión

Qué significa el descubrimiento

Cuando se habla del descubrimiento no es preciso puntualizar que se trata del Descubrimiento de América, como existencia física, geológica y geográfica, que en 1492 la nao y las carabelas puestas por los Reyes Católicos revelaron bajo el mando del genovés Cristóbal Colón. Pero ya se olvida la historia del «conocimiento» del inmenso continente que, de polo a polo, interrumpe el camino marítimo hasta Asia, descubriendo el territorio, trasladando a la Cartografía el conocimiento, también obra de pilotos y marineros en los que se trata de explicar cuál es la importancia del fenómeno humano.

Quiero destacar aquí opiniones que llaman la atención en torno a dos cuestiones de la mayor importancia para significar en profundidad el valor histórico del conocimiento. Las dos cuestiones son de gran trascendencia y se centran respectivamente en dos personas de gran talento: Adam Smith (1723-1790), economista y filósofo titánico, sucesor de F. Hutcheson en la enseñanza de filosofía moral en la universidad de Glasgow, que publicó en 1759 «Teoría de los sentimientos morales», síntesis de su doctrina en la que se pronunciaba acerca de algunos de los temas más importantes de pensamiento económico y sociológico moderno. Al plantearse Adam Smith, en 1776, cuáles son los dos acontecimientos más decisivos derivados del Descubrimiento explica que fueron: la primera vuelta al mundo, culminada por Juan Sebastián Elcano, con dieciocho marineros supervivientes, en la nao «Victoria» el día 6 de septiembre de 1522, iniciada la armada bajo el mando de Magallanes, doblando el cabo de Buena Esperanza, el Océano Índico, hasta llegar a Calicut. Parte de una premisa que distingue netamente: el trabajo humano produce toda riqueza, todo aumento de riqueza y un perfeccionamiento de la división de trabajo.

El gran historiador francés Fernand Braudel es el autor, desde su tesis doctoral, de «El mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II» de su obra capital «Civilización material, economía y capitalismo», una síntesis de la historia del Atlántico y tierras ribereñas del siglo XV al siglo XVIII, explicado en tres volúmenes: «Las estructuras de lo cotidiano», «Los juegos del intercambio» y «El tiempo del mundo», donde en plena elaboración del «tiempo largo» lo resume en la genial síntesis: «La América española, desde el primer momento, forzosamente fue un elemento decisivo de la historia del mundo y establece la diferencia con la América portuguesa. Mientras que Brasil, desde el momento en que dejó de ser, en el siglo XIX, un importante productor de oro, ha contado menos para Europa».

La función del descubrimiento y construcción del América española, más importante que el oro, es el triple valor-aporte de España en América. Braudel lo centra en tres: el descubrimiento de una realidad gigantesca antes desconocida; los perfiles creadores de una conciencia de relación, capaz de integrar a los hombres y a sus mundos; la construcción de un modelo de identidad de alta originalidad, caracterizada por una profunda conciencia ética.

Es decir, el Descubrimiento no es un hecho, sino más bien un proceso histórico de gran complejidad, constituido por una idea compleja que recoge una «tradición» histórica expansiva, una comprensión de la realidad y un comercio de intercambio. Y, en segundo término, por una «acción» constituida por «ganar», «poblar», «construir» y «novedad». Un proceso, con fechas significativas, pero que no se explican por ellas, sino por el «proceso». Existe, por último, una filosofía del proceso; un pensamiento que afirma que «ser» es «devenir»: lo que consiste, en última instancia, en cambio. Como lo expresa Alfred N. Withehead en su opúsculo «Process and Reality» (New York, 1929): la continuidad está hecha, históricamente, de discontinuidades; la «experiencia» se constituye en «conciencia», como ocurre en el caso de Cristóbal y Bartolomé Colón, al concluir el tercer viaje y producirse la destitución de Cristóbal como Virrey. Cristóbal Colón dice en «La Carta de Jamaica»: «Mi hermano estaba en el peor navío y más peligroso. Gran dolor era el mío y mayor porque lo truje contra su grado». Y Hernando dice de su padre: «El Almirante estaba decidido a no meterse más en las cosas de las Indias, sino a descargar ellas en mi hermano [Diego]… Pues la principal que él había ofrecido, antes de descubrir las Indias, las había cumplido ya, que era mostrar que había islas y tierra firme en las partes de Occidente…». ( Hernando Colón. «Vida del Almirante», cap. LXXXVII). Esto lo escribía Hernando en 1537. Ya había regresado a España la nao «Victoria» del viaje de circunnavegación.