Opinión

Primer renacimiento en Indias

Los lazos medievales que retenían la creación literaria de la primera mitad del siglo XVI se distienden en los impulsos literarios de esa misma centuria, al compás del horizonte cultural que en el primer Renacimiento se abre en España. Se inicia entonces una atmósfera de apertura experimentada en Italia, como la del veneciano Andrea Navagero, que había convencido en Granada al poeta y traductor Juan Boscán para que experimentase con la métrica italiana, ciertamente con resultados poco convincentes y, en consecuencia, fríos y escasamente aceptables. En cambio, Garcilaso de la Vega lo usó en el sentido de conducir el lenguaje poético castellano a la mayor perfección en su tiempo. Más adelante, en 1543, apareció «La vida de Lazarillo de Tormes», la primera novela picaresca; «Los siete libros de Diana» de Jorge de Montemayor, impresa hacia 1559, gran enseña de la novela pastoril, y en 1562, Santa Teresa comenzó a escribir «Camino de perfección», escrita entre 1564 y 1567, expresión máxima de la alta mística española. Tres obras, éstas, de enorme importancia que señalan con belleza espiritual las tres direcciones que marcan con caracteres hermosos las direcciones en que se movía por entonces la literatura: realismo, idealismo, misticismo. El erasmismo empieza a urgir en España desde 1527, año en que se traduce el «Equiridión» y se abren paso las ideas humanistas, un nuevo ideal de belleza y, a través suyo, una apertura hacia la verdad. En 1543 Copérnico había mantenido con absoluto fervor científico que el Sol –y no la Tierra– era el centro del sistema planetario, derribando uno de los más fuertes fundamentos escolásticos.

Es decir, la estructura cultural y su reflejo intelectual era más complejo de lo que parece. Por un lado, Erasmo de Rotterdam encarnaba un saber sin inconvenientes de ninguna clase, sin los de una indiscutible autoridad saludando un relativismo tratando de imponerlo sobre toda manifestación estética de pensamiento. Precisamente, en 1540, Juan Luis Vives, amigo y seguidor de Erasmo, había ardido en las hogueras de la Inquisición por sus críticas a la Escolástica. El espíritu de la Contrarreforma creó una rígida ortodoxia que intimidó a las mentes, forzándolas a desenvolver su talento en una atmósfera oscurantista.

Este clima, en la América Española, fue todavía más radical. Sin embargo, miembros de estos grupos intelectuales eran verdaderamente ilustrados y vinculados a las nuevas ideas renacentistas. En América, sin embargo, las obras que definen mejor este periodo son las crónicas de la segunda mitad del siglo XVI. La mayoría de estas crónicas se dividen en dos grandes grupos: las de la conquista de México (Nueva España) y las de la conquista de Perú (Nueva Castilla).

Aquí es obligado integrar, aunque revestidas de la suprema condición de Historia y no de Crónicas, las que puedan considerarse generales que son: las de Pedro Mártir de Anglería, sacerdote, maestro de la nobleza a quien se deben las «Décadas de Orbe Novo», escritas entre 1494 y 1525, de carácter epistolar, ocho en total, cada una dividida en diez libros y cada década dedicada a importantes personajes de la época. Gonzalo Fernández de Oviedo, madrileño, nacido en 1478, que escribió el «Libro de la Cámara Real del Príncipe Don Juan», las «Quincuagenas de la Nobleza de España» sobre los reyes de España; pero su gran obra como historiador fue la «Historia General y Natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano», estudiaba en veinte libros, siendo el XX el primero de la segunda parte, mientras el tercero no ve la luz hasta 1851. El proemio de la «Natural Historia de las Indias», inmensa historia natural, le convierte de historiador general a naturalista, proporcionando los primeros conocimientos de la naturaleza indiana, admirador de dicha naturaleza y de las costumbres indígenas, por lo que se le considera uno de los primitivos antropólogos españoles. En fin, Bartolomé de las Casas, que vivió entre 1474 y 1566, encomendero y fraile dominico, «Protector Universal de todos los indios de las Indias», fue contemporáneo de Fernández Oviedo. Así como éste puso como máxima cifra la misión histórica de España, Las Casas, por el contrario, en su «Brevísima relación de la destrucción de las Indias» (1542) describió la conquista como procedimiento, con una dureza que ha sido considerada el elemento fundamental de la leyenda negra antiespañola. Quede para otra particular «Opinión» este contraste historiográfico en su verdadera dimensión histórica.