Opinión
«Fracasología», un libro fundamental
En 2019, la Editorial Espasa (Grupo Planeta) publicó una obra imprescindible, «Fracasología. España y sus élites: desde los afrancesados a nuestros días», del que es autora la profesora María Elvira Roca Barea. La misma que, hace pocos años, nos obsequió con otro gran libro de historia: «Imperiofobia y leyenda negra». Ahora, con «Fracasología», estamos ante un estudio que disecciona el fracaso de nuestras élites desde la llegada de una dinastía francesa al trono de España, tras la Guerra de Sucesión a la Corona Española (1700-1714), y cómo aquel hecho influyó en el autoconcepto de decadencia que anidó en la mentalidad del español medio.
A raíz de la instalación de la dinastía Borbón en España (1700), el influjo que desde entonces ejercieron en España los consejeros franceses del rey Felipe V fue descomunal, como ha demostrado José Manuel de Bernardo Ares en su libro «Luis XIV, rey de España». Y así, el profesor De Bernardo cita las instrucciones que el rey de Francia giró a su representante en Madrid: «Es necesario que el embajador de Su Majestad sea ministro del Rey Católico. Nada debe quedar oculto en España al embajador de Francia». A partir de instrucciones de este cariz, hay que entender que todo lo que se proyectaba o realizaba por el gobierno español se hacía con el visto bueno de París, hasta el punto de que dicho embajador tenía asiento en el «consejo de ministros» de España. Se configuró así un gobierno centralizado y unitario, al estilo francés, que contrastaba con la administración descentralizada característica de los Austrias en España.
Esto tuvo consecuencias inmediatas en las élites españolas que, en 1700, concluían el período más brillante de la cultura española: el Siglo de Oro. A raíz de la influencia francesa, nuestras élites se afrancesaron, «olvidaron» el brillante Siglo de Oro y perdieron buena parte de su originalidad hispánica, aletargándose en un siglo, el XVIII, bastante pobre en producción cultural, como destaca la profesora Roca Barea. A este respecto, la autora menciona el caso de Diego Muñoz Torrero, el principal impulsor de la redacción de la Constitución de Cádiz (1812), la gran aportación de España a la ideología liberal, pero un casi desconocido que hasta 2018 no tuvo el reconocimiento de un busto en el palacio del Congreso de los Diputados. Este simple hecho es buena muestra del divorcio entre las élites, encargadas del liderazgo nacional, y el pueblo que fue el verdadero protagonista de la resistencia en Cádiz frente al invasor francés y de la redacción de aquella constitución.
Desde entonces, ha sido una intelectualidad, espuria en su acción, la que se ha encargado de propagar dosis de leyenda negra antiespañola a través de sus trabajos. Y no sólo, sino que las han ido inculcando en el español medio haciendo de la mentira verdad a base de repetirla, como indica Roca Barea. Así, por ejemplo, todo el mundo sabe en España de la derrota de la Armada Invencible y pocos conocen la gesta de Blas de Lezo frente a una poderosa armada británica de 186 buques, en Cartagena de Indias (1741). Nuestras élites, entre quienes están los historiadores, se han dedicado miméticamente a repetir una perspectiva de la Historia elaborada en Francia o en Inglaterra, sin interés en confeccionar una historia nacional.
Esto no sucedió hasta mediados del siglo XIX, cuando Modesto Lafuente, con gran esfuerzo, publicó su «Historia General de España». Hasta entonces, se habían ignorado los logros del imperio español. De tal modo que la historia de España ha sido dictada desde fuera por medio de los llamados «hispanistas», intelectuales foráneos especializados en temas españoles o hispanoamericanos. Al contrario, en España ha habido pocos historiadores o intelectuales que hayan profundizado en la historia de otros países, con la excepción de quien esto firma: «Historia de los Estados Unidos: de la república burguesa al poder presidencial» (1997); o la inminente «Historia de Inglaterra» cuyo título definitivo está aún por definir.
La historiografía española padece de un lamentable ombliguismo que hace que el interés por lo que ocurre dentro de nuestras fronteras haga que ignoremos los acontecimientos de fuera: ya otros nos los explicarán. Además, está lastrada de un seguidismo que ha hecho que sus aportaciones no sean sustanciales, con excepción de los trabajos reveladores de la profesora Roca Barea, más arriba mencionados. De ese seguidismo, es buena prueba el caso de Bartolomé de Las Casas, promotor de la leyenda negra con su «Brevísima relación de la destrucción de las Indias» y a quien, por influencia foránea, hemos convertido en «apóstol» de los derechos humanos e incluso se ha creado un premio anual que lleva su nombre. «Fracasología» es un libro fundamental para replantearnos una educación genuinamente hispánica que universidades, institutos y colegios de enseñanza media de España y América tendrían que convertir en lectura obligatoria.
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