Irene Montero

Menos jefes de gabinetes bis y más vacunas

No hay casi pasta para rescatar al sector hostelero ni hotelero y la duquesa tiene baby sitter con cargo al erario.

Las polémicas por la niñera alto-cargo y la escolta-jardinera-recadera-choferesa revelan la profunda maldad de Jiménez Losantos, que continúa llamando a la pareja Iglesias-Montero «los marqueses de Galapagar». Digo yo, querido Federico, que padres que emplean a la escolta para transportar a toda la familia –padres, primos, tíos y sobrinos–, para ir a comprar la comida que más les mola a Madrid (a 40 km de la casa solariega) o para desbrozar ese Jardín del Edén de 2.500 metros cuadrados o limpiar el piscinaco son algo más que unos marqueses. Este título se antoja cortísimo si tenemos en cuenta que Irene, o Irena, que no sé cómo le gusta que le llame, emplea también a su «jefa de gabinete bis [sic]» como niñera de su hija pequeña. La nanny de los pijísimos duques nos cuesta a todos los españoles 52.000 euros al año. Una actuación que ni siquiera los Ceaçescu verdaderos, Nicolae y Elena, se hubieran atrevido a protagonizar por elementales cuestiones de decoro. Eran asesinos pero no tontos. La jefa de gabinete bis metida a niñera, a la fuerza ahorcan, se llama Teresa Arévalo, es de Miguelturra, un bellísimo pueblo a tiro de piedra de Ciudad Real capital. La tal Arévalo es la regla que confirma las excepciones en Podemos: tampoco tiene carrera universitaria. Ella culpa de su pobreza intelectual a sus humildes por no decir paupérrimos orígenes. «Me trasladé a Madrid para realizar mis estudios universitarios [Ciencias Políticas] pero la situación precaria me obligó a volver a mi pueblo», declara en su infatiloide currículum la niñera-alto cargo que, ¡cómo no!, se autodefine como «activista». Olvida que es la hija del panadero del pueblo, con lo cual intuyo que muchas penalidades no debió pasar en casa. El de panadero es un oficio anticíclico y perras, lo que se dice perras, genera perras suficientes como para vivir dignísimamente. Sea como fuere, es un escándalo que la no menos iletrada Irene Montero enmascare en un puesto tan sui géneris como el de «jefa de gabinete bis» la contratación con cargo a nuestro parné de una cuidadora –como dicen los modernos–. Tal y como ha apuntado atinadamente Edmundo Bal, abogado del Estado de profesión, estamos ante una más que presunta malversación. ¿Qué carajo es esto de que los contribuyentes tengamos que apoquinar la nanny de la pija de Galapagar? De lo particular pasamos sin solución de continuidad a lo general. No tenemos pasta ni para pagar las pensiones y la compañera del repugnante azotamujeres contrata dos jefas de gabinete. No hay casi pasta para rescatar al sector hostelero ni hotelero y la duquesa tiene baby sitter con cargo al erario. Y, lo que es peor, vamos a 2 por hora en la administración de vacunas porque países más pudientes que el nuestro nos hicieron la cobra por farmacéuticas interpuestas y esta jeta cuenta con un presupuesto de 451 millones. ¿Cuántas vacunas se podrían comprar con el parné dedicado a un Ministerio de Igualdad que se dedica a soltar chorradas sin parar como ese estudio que determinó que los juguetes y las prendas de color rosa «oprimen» a las niñas? Yo se lo aclaro rápidamente: 30.066.666 dosis. Ni que decir tiene que se salvarían miles de vidas tan sólo con quitarle los 451 kilos a la frívola duquesa. Piénsatelo, Sántxez.