Irene Montero
Las niñeras de Montero y Rajoy
«Cospedal, Mary Poppins de La Mancha, hacía de ‘baby sitter’ del expresidente»
Lo de la clase política infantilizada no es de esta semana. Parece que el que se mete en estos trajines padece el síndrome de «El curioso caso de Benjamin Button», aquella película de Brad Pitt en la que nacía viejo e iba rejuveneciendo conforme avanzaba el metraje. Hasta convertirse en bebé. Así que más que un blindado plan de pensiones habrá que ir pensando en una legión de niñeras. Irene Montero puede quedarse a la misma de por vida para que tire de sus coletas de infante malcriada. Su «nanny» parece la de Kate Middleton, una palentina que cobraba 45.000 euros al año por los cuidados del futuro Rey de Inglaterra frente a los 50.000 que se embolsa Teresa Arévalo para entretener a los vástagos de la III República, que también deben aprender la disciplina inglesa. Las niñeras aportan una halo de intriga inexplicable para una actividad tan blanca. Hasta la cursi Julie Andrews de «Sonrisas y lágrimas» estuvo señalada por el almíbar de una familia nazi. Luego están las psicópatas de las películas de la hora de la siesta, que es la categoría malvada de una profesión de tonos pastel. La clave está en conocer la mano que mece la cuna. María Dolores de Cospedal, Mary Poppins de La Mancha, hacía de magnífica niñera de Rajoy, al que uno imagina, aunque se convirtiera en un pequeño del siglo XXI, jugando al aro, o pasando por el ídem, en pantalones cortos y con incipiente barba. Hoy necesita más que nunca de los cuidados de aquella «baby sitter» por el examen de los apuntes de Bárcenas, que ejerce de crío travieso en este jardín de infancia. Dicen que los niños, y los borrachos, saca el güisqui cheli, dicen la verdad, pero visto lo visto no me lo creo. Rajoy es un niño que siempre pareció mayor, como un aprendiz de noble de los Alba, y Montero, una aniñada cuyo discurso se está volviendo viejo. Pedro Sánchez encuentra en Iván Redondo el perfecto mecido del carrito desde el que ve el mundo todo. Y así están, a la espera del recreo y del bocadillo de Nocilla. La «niñeragate» de Podemos es solo la puna del iceberg, que se dice como lugar común. Esto no lo arregla ni Bob Esponja, el primero en autodeterminar su género.
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