Política

El espacio público, destruido

Madrid resulta más representativa del conjunto de la sociedad española: de su realidad y de sus aspiraciones

Cuando Pablo Iglesias apareció en la política española, bien respaldado por el socialismo, algunos apuntamos que si un Pablo iglesias había fundado el PSOE, otro Pablo Iglesias acabaría con él. Lo que no sospechábamos era cómo iba a ocurrir tal cosa. Y es que en vez de asaltar la fortaleza socialista de frente, como prometió en un primer momento, Iglesias ha seducido (aunque parezca demencial) a los socialistas, que han hecho suyos los planteamientos del segundo Pablo, más comunistas que populistas. Y en vez de renovarse, los socialistas se encuentran con un discurso y una situación en la que su campo de maniobra se achica: el partido que presumía de estar en condiciones de pactar con una diversidad de fuerzas y conseguir una estrategia de «geometría variable», hoy solo lo puede hacer, además de con la extrema izquierda, con filoetarras, independentistas y nacionalistas… No es precisamente un logro. Acentúa el fracaso la crisis del covid, con la negativa a alcanzar pactos con las fuerzas nacionales y el empeño de los dos socios –PSOE y Podemos– en priorizar la agenda ideológica sobre cualquier otra, incluida la vida y la salud de los españoles.

Fracaso relativo, se dirá y tal vez sólo referido a Madrid donde el PSOE aparece bloqueado y sin alternativa… Es posible, pero hay signos de que no es así. Más espejismo parece, en realidad, la situación catalana, difícil de trasplantar fuera de una Comunidad tomada por el nacionalismo. Madrid resulta más representativa del conjunto de la sociedad española: de su realidad y de sus aspiraciones. Visto desde aquí, la estrategia del PSOE adolece de dos errores fundamentales. Uno, el haber sustituido la gestión por la propaganda, con las consecuencias en la salud y en la economía que seguimos viviendo. El otro consiste en haber interiorizado el radicalismo amateur de Podemos. Su une así la desfachatez del equipo de comunicación monclovita, dueño de toda la política de Sánchez, con las propuestas más delirantes, propias de un grupúsculo de neocomunistas sin experiencia ni interés en adquirirla.

El resultado es el descrédito del PSOE, pero también del Gobierno y, sobre todo, del espacio mismo de lo público, que aparece al mismo tiempo atacado y parodiado por un progresismo que ha olvidado cualquier referencia a una tradición seria de izquierdas. La actitud del PSOE y del Gobierno ante el hospital de IFEMA, primero, y luego el Hospital Isabel Zendal, dos instituciones públicas madrileñas que simbolizan todo lo que el Gobierno no ha hecho, resume lo ocurrido. Mientras, se acercan presos etarras y se aspira a urdir laboriosos pactos con el independentismo «gradualista»…

Ante esta deserción del ámbito de lo público se abre un campo gigantesco a la derecha. En la gestión, y en lo social y en lo cultural. La derecha española no está unificada, ni lo va a volver a estar en bastante tiempo. Ahora bien, las dos perspectivas se reúnen en ese espacio común cuyo deterioro habrá que detener, como se está haciendo en Madrid, y que habrá que reconstruir a partir de ahí.