
Tribuna
La vieja farsa
La gente, angustiada; la falta de medios, evidente; la gestión, pésima, …; menos mal a las imágenes de voluntarios apagando, es un decir, los incendios con escobas. Un ejemplo más de esa asombrosa normalidad española

Comedia famosa en dos actos, «La sartén» y «El cazo». Así se anunciaría, más o menos, en los periódicos madrileños de los siglos XVIII y XIX, la función con la cual se pretende ahora iniciar la nueva temporada teatral, llamada pomposamente «curso político». No es para comparar los perversos efectos de la sartén o el cazo, en determinadas circunstancias. Empresa imposible pues como en todos los desastres de la ruina nacional, bajo el sanchismo, no conocemos el montante de cada partida. En realidad, se trata de una de tantas repeticiones del texto archiconocido de años anteriores, menos lo ocasional, con varios actores habituales. Salvo los imputados y encarcelados por corrupción, que son bastantes. Sólo algunos como Illa refuerzan su papel; aunque sea como prolongación del primer actor. No lo tendrá fácil en la escena «internacional» y, en particular, en el cuadro bruselés, dando la réplica a la estrella invitada, de casi tantos asuntos como contradicciones. Parece bastar, pese a todo, con el gran reclamo del protagonista de la obra: el farsante por antonomasia Pedro «el Embaucador», terror de la verdad.
Reconoceremos que en el primer acto, la sartén, se ha superado a sí mismo. Y en su papel de líder supremo, irresponsable absoluto, disfrazado de solucionador universal, lo borda. Adoptadas todas las cautelas se asomó al infierno y salió mejor de lo esperado, para general sorpresa. España y los españoles no han tenido tanta suerte. Tardarán mucho tiempo en recuperarse, al menos los paisajes convertidos en ceniza. La gente me temo que no, salvo una pequeña parte de los que sintieron el fuego.
Pasadas las llamas, de momento, se va imponiendo con rapidez la «normalidad». El país se quema, porque hace calor y hay mucha masa combustible en sus bosques y alrededores, más la ola de calor, ya se sabe; sin necesidad de un coro de pirómanos. La gente, angustiada; la falta de medios, evidente; la gestión, pésima, …; menos mal a las imágenes de voluntarios apagando, es un decir, los incendios con escobas. Un ejemplo más de esa asombrosa normalidad española.
A fuer de repetidos los argumentos de Sánchez no pueden ser más elementales. (Acaso para cumplir una de las normas básicas de la propaganda: la de la repetición y el enemigo único). En lo «histórico», Franco; en lo político, los fachas, que son todos los españoles menos la izquierda socialista y sus cómplices; en todo lo demás, el cambio climático.
Esta representación de la vieja farsa del sanchismo, asombro de España, corresponde al género de las comedias de magia, creado por Antonio de Zamora. Entre las cuales destacaría «El asombro de la Francia» o «Marta la Romarantina», comedia famosa escrita por José de Cañizares en su parte primera, estrenada en Madrid en 1716 y también la segunda, en 1740. Con ellas, su parte tercera (Domingo María de Ripoll) y la cuarta (Manuel Hidalgo), se publicarían todas en Barcelona, en 1771. Lo peor que tienen tales deformes comedias es que al vulgo ignorante le hacen más perverso, pues cree realmente que pasa lo que se cuenta o que pueden realizarse tales disparates.
Mientras el tipo de las mil poses tembló, «fané y descangayao», cuando fue sorprendido en el centro de la corrupción, de sus más allegados familiares y colaboradores políticos. Pero el atrezo y los alientos recobrados, de algunos medios de comunicación, le hicieron recuperar parcialmente su apariencia de jefe incuestionable, tras su paso por la Mareta y Andorra.
El segundo acto de la representación sanchista gira en torno a la respuesta a la obligación, disfrazada de capricho, de presentar los Presupuestos Generales del Estado. Su aprobación parece difícil, pero las cosas ¿podrían normalizarse? Por si acaso, ha llegado la hora de tocar a rebato a la panda de afines, desafinados algunos con palabras retadoras, jurando que no apoyarán los P.G.E. de Sánchez. Otros, más cautos, simplemente han dejado ver que el precio por su «apoyo inquebrantable», subirá hasta los límites de lo imposible. Casi al tiempo sonará el toque de reparto. Llega la hora de poner el «cazo», una vez más.
La mayoría de los ciudadanos no comprende las virtudes de su inigualable presidente, ¡allá ellos! Cualquiera puede apreciar que la situación en Cataluña y Vascongadas es de creciente armonía y tranquilidad, dentro del marco constitucional. Junts, E.R.C., P.N.V., Bildu, Podemos, Sumar, … puede que tengan pequeñas divergencias entre ellos, y con el resto de los españoles. Pero ante la autoridad moral, la ética política y la habilidad negociadora de Pedro, casi todos los problemas desaparecen. ¿Será por dinero? o ¿acaso porque ya no quedan señales del marco constitucional?
Vamos camino de afrontar los grandes desafíos de España, con espíritu de solidaridad y armonía difícilmente superables. Y con medios y tecnologías, extremadamente vanguardistas, como la escoba.
Emilio de Diego. Real Academia de Doctores de España.
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