Política

Ángel Gabilondo, teología y filosofía

«La promesa de Gabilondo tiene trampa. Montero, no él, subiría los impuestos»

Ángel Gabilondo, dicen las malas lenguas, de formación corazonista, estaba enfrascado en la relectura de «La contienda entre las facultades de filosofía y teología» de Inmanuel Kant, cuando fue reclamado para volver a ser candidato a la presidencia madrileña. El filósofo–político pensaba más en su retirada, quizá diferida tras un tiempo como Defensor del Pueblo, que en verse inmerso en una campaña electoral, un terreno de juego que no es el suyo. Gabilondo, elegido por Sánchez según muchos para perder –y si suena la flauta se apuntará el tanto–, se ha dejado enredar para prometer que en los próximos dos años no subirá los impuestos «ni un euro a ningún madrileño», justo cuando la ministra Montero anuncia que la estrella de su reforma fiscal es la armonización entre Comunidades y que en la práctica consistiría en un aumento de impuestos en Madrid y la pérdida de las parcelas de autonomía fiscal que detenta, como el resto de Comunidades Autónomas, Madrid, la que preside Díaz Ayuso.

Gabilondo, si gobernara –y no hay nada imposible–, estaría atrapado entre su promesa y los objetivos del Gobierno de su jefe Sánchez, que le envía de refuerzo a la ministra Reyes Maroto, sin que conste el tirón popular de la responsable del Turismo, un sector en el que no abundan sus partidarios. La promesa fiscal de Gabilondo, que sin duda le fue sugerida, encierra una trampa. La ministra de Hacienda baraja implantar un tributo de ámbito nacional sobre la riqueza que en la práctica suponga la reintroducción de los impuestos de patrimonio y sucesiones en Madrid. Gabilondo no habría subido impuestos pero sí el Gobierno de su jefe, algo incómodo de conciliar. No consta, pero cuando fue llamado a la contienda electoral, Gabilondo quizá leía el párrafo en el que Kant escribió que «quien puede mandar, aunque sea un humilde servidor de algún otro, se ufana de ser más importante que quien no manda sobre nadie, pero es libre». Y el filósofo Gabilondo, que no confía en gobernar, debe barruntar un conflicto de libertad propia salvo que asumiera ese papelón por el poder. Es posible. Teología y filosofía.