Campaña electoral

La táctica del miedo y la amenaza

La idea de que Isabel Díaz Ayuso y Rocío Monasterio son un peligro para la democracia resulta poco verosímil, incluso para el electorado de izquierda, que es el único destinatario de este mensaje

Entre los muchos errores cometidos por los socialistas en esta campaña electoral que ellos mismos provocaron –con Ciudadanos– el principal es el cambio que les ha llevado a convertir el miedo en su principal estrategia. Miedo a las navajas ensangrentadas, miedo a las balas perdidas, miedo a la ultraderecha, miedo al fascismo, miedo… ¡a los nazis!, porque hasta ahí hemos llegado estos días. El error está en lo desmedido de las acusaciones y en la sobreactuación a la que obligan a quienes las formulan, sobreactuación en la que sólo están cómodos los dirigentes podemitas y la portavoz del PSOE en el Congreso. (No basta, claro). Por si fuera poco con eso, la táctica del miedo revela un desconocimiento total de lo que el electorado madrileño, y el español, buscan en este momento preciso.

El contraste con lo que han ofrecido el PP y Vox no puede ser mayor. Vox ha centrado su campaña en una palabra: seguridad. Después de todo lo que la población madrileña ha sufrido en los últimos 14 meses, es un buen eslogan para intentar atraer a quienes han vivido, y están viviendo auténticas tragedias relacionadas con la salud, con el trabajo, con la estabilidad y con la convivencia diaria en la calle. El PP ha apostado por la libertad, con un inequívoco mensaje subyacente: es la libertad que caracteriza la vida madrileña la que está permitiendo paliar las consecuencias de la crisis económica y la que proporcionará oportunidades a los madrileños.

Tanto la seguridad como la libertad, que forman una buena pareja, llevan implícita una sugerencia: la de que el poder público debe ocuparse sobre todo de los problemas de las personas. Frente a la idea de que el Covid fue una oportunidad para avanzar una agenda ideológica, la campaña ha recordado la importancia de la compasión –lo que ahora se llama empatía– y de la gestión. Y así es como el recurso al miedo se convierte en un auténtico boomerang: porque subraya lo que la gestión del Gobierno de la Comunidad de Madrid ha tenido de positivo (desde la fiscalidad a la prevención y la creación de hospitales públicos), y porque recuerda las obsesiones ideológicas, la opacidad del Gobierno central, y cómo y a qué precio se ha ganado su descrédito. El miedo que hemos pasado no se combate con más miedo.

A eso se le añade un componente inexistente en otras Comunidades, que es el ataque al Gobierno madrileño, interpretado como un ataque contra Madrid y sus habitantes. Con todo eso, la táctica del miedo suena todavía más artificiosa y enrevesada, y más peligrosa aún para quien la pone en marcha. Se convierte en una amenaza y no parece que amenazar al electorado sea la mejor forma de conseguir votos. Por mucho que se tense la cuerda, la idea de que Isabel Díaz Ayuso y Rocío Monasterio son un peligro para la democracia resulta poco verosímil, incluso para el electorado de izquierda, que es el único destinatario de este mensaje. ¿A quién se creen los socialistas que van a movilizar con ese argumento?