Elecciones Comunidad de Madrid

Luto por el PSOE de Madrid

En un momento de fragmentación del voto nacional en un elenco de partidos, Díaz Ayuso logra una victoria propia de tiempos del bipartidismo.

Los resultados de las elecciones de ayer son contundentes: el PP arrasa, Más Madrid pega un salto, el PSOE saca el peor resultado de su historia, rompiendo el suelo de los 30 diputados y menos del 20% de votos y Ciudadanos pone el cartel de liquidación por cierre.

En un momento de fragmentación del voto nacional en un elenco de partidos, Díaz Ayuso logra una victoria propia de tiempos del bipartidismo.

Pedro Sánchez estaba preparando un escenario muy diferente. Quería convocar elecciones generales en otoño, luciendo como baluarte electoral los gobiernos de Murcia, Castilla y León y de Madrid, recuperados a través de sendas mociones de censura, la inmunidad de rebaño conseguida en el mes de agosto y antes de que la crisis económica despierte de los efectos analgésicos de los ERTE y las ayudas europeas.

El PP estaba en su peor momento, cosechando derrotas electorales, ha sido humillado en las catalanas, Bárcenas disparando a la línea de flotación y un débil liderazgo nacional.

Nada podía salir mal, sin embargo, nada le ha salido bien. Las mociones de Murcia y Castilla y León desarticuladas en unas horas y, en Madrid, Díaz Ayuso decidió defenderse con un ataque.

Si en Madrid ha habido elecciones anticipadas, es por el terrible error de cálculo del buró político socialista, que no solo no ha conseguido ninguno de los objetivos sino que la zozobra les hace tambalearse.

Analizar los resultados electorales solo en clave regional es, por tanto, un tremendo error. Todo ha sido un cúmulo de errores del PSOE y de aciertos, quizá obligados por las circunstancias, de los populares de Madrid.

Por otra parte, en Madrid se estaba votando no tanto la gestión de la pandemia de Díaz Ayuso como la de Pedro Sánchez.

El intento de esconderse detrás de los gobiernos autonómicos, para que el desgaste lo sufriesen ellos, también le ha salido mal. Ayuso corrió riesgos y le ha ido bien. Fue la única dirigente popular que se enfrentó al confinamiento. Muchos ciudadanos han asumido que si no llega a plantarse ante Sánchez, hubiese habido un segundo encierro.

Ha tejido una alianza con comerciantes y hosteleros, con empresarios y trabajadores de locales de ocio, de gimnasios y de todo tipo de negocios. Ha construido un perfil propio y se ha puesto de moda.

Los socialistas no han cumplido bien con sus obligaciones. El PSOE de Madrid prácticamente no existe, es una delegación de Moncloa manejada por una pequeña élite de profesionales del escaño o de otros nombramientos que nunca cuestionan una decisión del jefe porque saben que el precio de la crítica es la puerta de salida.

El siguiente error ha sido imponer a Gabilondo. En seis años no ha habido oposición y los madrileños han penalizado su pereza. Él quería ser el Defensor del Pueblo, no estaba en sus planes ser candidato otra vez, después de esto solo le queda abandonar la política.

Pero el estropicio es mucho más que la debacle socialista. La derecha ha arrebatado cuatro escaños al bloque de la izquierda. La oportunidad de recuperar Madrid ha quedado lastrada y, además, la izquierda ha dejado que se consolide una nueva Aguirre.

Podemos ha cumplido su papel, cuando se autoproclama candidato Iglesias, los morados estaban en muchos sondeos por debajo del 5%.

Mónica García también ha aprobado y con nota. Con una formación política endeble, sin altavoces nacionales y sin un apellido ilustre, se ha hecho un hueco en la izquierda madrileña.

El que ha fallado es el PSOE, no ha cumplido con las expectativas más bajas y se hace necesaria una reconstrucción total, casi una refundación.

Pero los responsables no son solo Pedro Sánchez y su reducido equipo, el problema del socialismo madrileño no estará resuelto hasta que los Simancas, los Franco y toda esa red clientelar y de control político interno que protagonizaron el tamayazo, la consolidación de Esperanza Aguirre y, ahora la de Díaz Ayuso.

Hasta que no sean relegados, no será posible que por las ventanas de la organización socialista entre el oxígeno y el aire fresco.

El presidente del Gobierno debería estar preocupado porque los cambios empiezan así. La política son sensaciones y emociones y, hoy, los populares se sienten capaces de volver a ganar las elecciones nacionales y lo transmiten a la sociedad. Es posible que el 4M sea un punto de inflexión para ellos.

Es más fácil extrapolar los resultados de la derecha a nivel nacional que los de la izquierda, porque Errejón tiene difícil cosechar un éxito en generales como el de Madrid.

Con el 4M también se han caído otro mantra, el de que la mayor participación electoral beneficia a la izquierda. Ha acudido más del 80% de los electores, especialmente en los municipios del sur metropolitano, en los que el cinturón se ha teñido de azul o el corredor del Henares, con municipios como Alcalá de Henares, en los que el Partido Popular ha arrasado.

Los efectos colaterales también afectan a los alcaldes socialistas, que se tienen que medir en un par de años en las urnas y parten de una situación preocupante. Su capacidad para digerir todas las decisiones de Moncloa con un apetito excelente puede ser el principio de su propia crisis.

Con este resultado, Gabilondo y la dirección madrileña deberían dimitir, no ha sido una mala campaña, ha sido un desastre de legislatura. Sánchez, por su parte, debería colgar su soberbia y pedir disculpas por los grandes y numerosos errores y los militantes madrileños tienen que decidir qué quieren para el futuro, porque tantas equivocaciones en estos años requieren, como mínimo, otros tantos aciertos.