Opinión

A por Sánchez, a toda vela

Casado se ha sacudido la indefinición y parece haber encontrado un camino en el centro, encarnando la derecha moderada

El líder del PP parece haber remontado los tiempos de crítica interna que arreciaron tras la derrota en Cataluña. La travesía del desierto del cambio post Mariano Rajoy, ha culminado. Tras la victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid, tan grave para el PSOE que ha precipitado la salida del confesor aúlico, Iván Redondo, Casado ha encontrado el ímpetu que necesitaba. Aunque Tezanos se ha empeñado la semana pasada en que los socialistas aventajan a los populares en cinco puntos, lo cierto es que una renovación tan a fondo del Gobierno sólo se explica con un fiasco demoscópico. Las cifras que a su vez ha proporcionado la Junta Nacional del PP los sitúan como primera fuerza política, superando al PSOE. Afirman que, de celebrarse elecciones, gobernarían en España,entre otras cosas porque se han demostrado capaces de cerrar alianzas a uno y otro lado, con Vox y Ciudadanos. Según los estudios internos –extrapolaciones de los sondeos–, el PP se impone en todas las provincias de España, excepto en el País Vasco y en Cataluña. El énfasis se hace desde la cúpula en que, en 2018, sólo imperaban en Salamanca, Lugo y Orense y que, desde entonces, los datos se han multiplicado por dos. Se ha pasado, calculan, de una horquilla de entre 58 y 65 escaños a la actual, de entre 117 y 125.

A partir de ahora, Pablo Casado tiene que adquirir brillo y potencia. A nadie se le escapa que Nuñez Feijóo en Galicia e Isabel Ayuso en Madrid rivalizan con el jefe en la capacidad de atraer voto, en particular de los indispensables abrevaderos menos tradicionales. El candidato se ha sacudido la caspa del ultraconservadurismo y de la indefinición y parece haber encontrado un camino en el centro, encarnando la derecha moderada de la renovación. Le quedaría, eso sí, definir un proyecto que sea percibido por los votantes como algo más que la oposición radical y sin fisuras a Pedro Sánchez. En la cita de la Junta Nacional, Casado reiteró que nadie se fía ya del presidente, que lleva a adelante un extraño proyecto de «degradación política y moral» de la mano de los nacionalismos periféricos y extremismos ideológicos. Pedir la dimisión de Sánchez se ha constituido en un leitmotiv que recuerda el tiempo del joven José María Aznar: «Márchese, señor González».

La renovación del programa, sin embargo, se hace esperar. Los recientes cambios internos están dando brillo a una nueva propuesta económica, pero poco más. El PP ha entendido –y en Madrid se ha demostrado eficaz– que garantizar el trabajo de las familias pese a las restricciones de la pandemia, potenciar el desarrollo económico en un nuevo marco digital, laboral y sostenible es la prioridad del electorado, pero quizá faltan dianas de orden social y cultural, tan identificables como las que se evidencian en el Gobierno. A nadie se le escapa que el PSOE apuesta, hoy por hoy, por la escuela y la sanidad públicas; el ideario de género, la eutanasia o la ampliación del aborto. Han sido los motores de sus leyes estos dos años, tremendamente agresivas. Nos cabe la duda de cuál sea la agenda del PP en cuanto a propuestas novedosas en estos sectores. Veremos si el próximo congreso, que tendrá lugar a principios de octubre, nos ilumina en ese sentido.