Ximo Puig

Madrid mató a Kennedy

Si Valencia tiene una de las mayores deudas autonómicas frente al PIB nacional no se debe precisamente a la política madrileña, más bien a errores que pretenden proyectarse en casa ajena

Antes de ofrecer algunos datos contantes y sonantes sobre el particular, he de reconocer que ignoro si podría llegar a afirmarse que nuestros actuales políticos son los peores de toda la democracia, pero desde luego están bastante lejos de los mejores. Buena prueba de ello es el peligroso jugar con fuego instalando en algunos dirigentes que, no sólo tratan de justificar su incompetencia en la gestión arremetiendo contra el adversario ideológico, sino que parecen ir más allá señalando directamente a otros territorios del Estado como causantes de los propios males. Una estrategia que sería lícita de estar cargada de razones pero que, no siendo ni por asomo el caso viene a desafiar principios constitucionales en materia territorial, máxime en un país donde además la pluralidad regional suele confundirse con reinos de taifas. La injusta y ya manida acusación del soberanismo catalán con el «Madrid nos roba» esta siendo abrazada sin ningún rubor incluso por algún presidente autonómico como el socialista valenciano Ximo Puig, que en un ejercicio de oportunismo rayano en la grosería no ha dudado en arremeter contra las supuestas ventajas de capitalidad en una comunidad como la madrileña –otra vez el Madrid de Díaz Ayuso– cuyo pecado pasa sencillamente por no freír a impuestos a sus ciudadanos o habilitar en tiempo récord hospitales como el Zendal, vilipendiado por la izquierda tan solo por qué no se les había ocurrido antes a ellos. Puig arremete contra los métodos de gestión económica del gobierno del PP en la comunidad autónoma Madrileña sin comer ni dejar comer como el perro del hortelano –ni una palabra por cierto sobre País Vasco, Cataluña o Navarra– y de paso extiende un tupido velo sobre la situación de la Comunidad que gobierna, la valenciana donde algunos síntomas de despilfarro difícilmente pueden esconderse bajo la cama. Valgan como ejemplos la reapertura de una televisión autonómica cuyos índices de audiencia ni por asomo se acercan a los de hace años, la dudosa justificación de transferencias y subvenciones en las auditorías realizadas antes de 2020 o la reversión de una parte de la gestión en la sanidad privada a manos públicas disparando el gasto con dinero de todos como orgulloso balance. Si Valencia tiene una de las mayores deudas autonómicas frente al PIB nacional no se debe precisamente a la política madrileña, más bien a errores que pretenden proyectarse en casa ajena, peligrosa estrategia. Eso sí es confrontación.