Gobierno de España

El mantra del federalismo

El PSOE lleva demasiados años dándole vueltas –casi cayendo en la melancolía– a un supuesto nuevo modelo territorial que no acaba de concretar

Hemos podido escuchar a varios entre los nuevos ministros del Gobierno y especialmente a la nueva responsable de Política Territorial y flamante portavoz la manchega Isabel Rodríguez mostrar un renovado entusiasmo por eso que Pascual Maragall se sacó de la manga hace ahora dieciocho años y que se supone es el avance lento pero inexorable hacia un estado federal. La realidad es que, dentro del partido socialista ha venido siendo proporcional el hábito de sacar a colación el debate sobre el federalismo cada cierto tiempo y como si fuera la panacea que acabará con todas las tensiones territoriales, con una más que evidente incapacidad para explicar el cómo y de qué manera de la propuesta, en un país como el nuestro donde, a diferencia de Alemania –por poner un representativo ejemplo– los desequilibrios entre comunidades autónomas están especialmente acentuados, un aspecto que no casa precisamente con el modelo federal tal como se supone que debe ser entendido, teniendo en cuenta que hoy por hoy el único índice vertebrador de las Españas periféricas, centrales y de norte a sur es la solidaridad interterritorial.

Que Miquel Iceta defienda el modelo hasta puede entenderse, pero choca de manera especial si cabe el entusiasmo con que lo han hecho dirigentes de territorios como Castilla-La Mancha cual es el caso de la propia ministra portavoz. Ha llovido mucho desde que Maragall quedase en franca minoría entre los socialistas a la hora de marcar la senda federalista allá por 2003 en la cumbre de Santillana del Mar y quedan para el recuerdo sus cuitas al respecto con José Bono, también castellano manchego como Isabel Rodríguez, pero si algo ha dejado poco gratificantes efectos en la España actual, tal vez sean las consecuencias de aquel empeño por asumir el «estatut» tal cual saliese del parlamento de Cataluña. El PSOE lleva demasiados años dándole vueltas –casi cayendo en la melancolía– a un supuesto nuevo modelo territorial que no acaba de concretar, ignorando muy probablemente que tocar determinadas claves de bóveda en el Estado puede acarrear efectos de difícil reversibilidad. Hacer una buena bullabesa puede tener sus ventajas, el problema es que, de resultar anómala nunca puede ser deconstruida recuperando uno a uno los ingredientes. El mantra del federalismo queda bien como recurso de patada adelante, pero en la situación actual no estaría de más explicar algo del cómo y de qué manera.