Afganistán

El valle de los viejos leones

Un hombre entero, Saleh, ha levantado la bandera de la resistencia en el Panjsir

Cuando los afganos, así, en general, eran nuestros héroes y combatían al malvado ruso, tuvieron derecho a que Ken Follett les dedicara una de sus novelas, «El Valle de los Leones», en la que retrataba la resistencia heroica de Masud y sus tayikos, afincados desde los albores del tiempo en el Valle del Panjsir. Se fueron los rusos, todos se van, trataron de montar un gobierno, todos fracasan, se libró una guerra civil más, llegaron los talibanes y Masud siguió combatiendo. Lo asesinó Al Qaeda el 9 de septiembre de 2001, dos días antes del ataque a las torres gemelas, seguramente porque los islamistas sabían que Masud iba a ser el cabo del que colgara la invasión norteamericana. Ahora, en plena desbandada, hay un tipo entero, el vicepresidente afgano Amrullah Saleh, también veterano de la guerra contra los rusos, compañero de Masud, tayiko y con un odio profundo al talibán y a todo lo que representa que ha levantado la bandera de la resistencia en el Panjsir. Conoce los riesgos. Los islamistas no sólo torturaron y asesinaron a su hermana para hacerle salir de su escondite, sino que han intentado matarle en media docena de ocasiones. Las dos últimas, en abril de 2019 y septiembre de 2020, costaron más de 34 muertos entre miembros de la seguridad de Saleh y civiles que pasaban por allí. Pero él, salió vivo. No se queja: «he matado a cientos de ellos y pienso seguir matando muchos más. Son gentuza y no pienso vivir bajo su mismo techo. Soy un blanco legítimo». La Constitución de Afganistán debía ser la única en el mundo que prevé la fuga del presidente como causa de destitución, así que Saleh se ha convertido en el presidente legítimo y está reuniendo tropas. Cuenta con el hijo de Masud, los guerreros del clan y, según dicen los rusos, con varios miles de ex soldados del ejército afgano que se han negado a rendirse. Ni los rusos ni los talibanes consiguieron nunca tomar el valle del Panjsir, protegido por las montañas del Hindo Kus, con su picos de 7.000 metros de altura. Lo mismo se repite la historia y reviven los viejos leones. Porque, en este tiempo frenético, perviven hombres y lugares bajo el manto de la lentitud.