Política
Moderación
En España la virtud no brilla en la política
«La moderación es algo fatal…Nada triunfa como el exceso». Eso dice Oscar Wilde. Los políticos españoles, que carecen de sentido del humor, se lo han tomado en serio, como una consigna. No importa que en esto se salgan de las arraigadas costumbres europeas, que excluyen los insultos en el trato político y, por supuesto, no toleran las mentiras ni la falta de respeto al adversario. Aquí todo vale. La gente de la calle desprecia por esto a los políticos, pero, a la vez, disfruta con las trifulcas y no es raro que premie en las urnas a los voceras y «bocaranes». Los tertulianos y las redes sociales contribuyen decisivamente al peculiar espectáculo nacional. Son los incitadores. Al conservador lo llaman fascista y al progresista, estalinista. Basta que uno se oponga al aborto o a la eutanasia –salvo que sea el papa Francisco– para que le cuelguen el escapulario de ultra. Al presidente del Gobierno, en caída libre, lo llaman mentiroso desde la tribuna del Parlamento y desde las columnas de los medios y él no tiene inconveniente en abrir el curso político acusando públicamente al jefe de la oposición y a su partido de antidemócratas y secuestradores del Poder Judicial y la Constitución. ¡Toma moderación! La insistente campaña judicial, de un lado, no tapa la de la luz, del otro.
La moderación consiste, como se sabe, en hablar o actuar sin excesos o violencia. En política se aplica al que no tiene ideas o comportamientos extremistas. Moderar consiste en evitar o disminuir la violencia o la exageración. Los meteorólogos hablan de calor moderado cuando no es achicharrante o de lluvia moderada cuando no son cuatro gotas ni un turbión. En música un movimiento moderado está entre el «andante» y el «allegro». Y así sucesivamente. La virtud sigue estando en el centro. Pero en España la virtud no brilla en la política. El curso no arranca, pues, según todos los indicios, con ánimo moderado, sino más bien arriscado e insufrible. Desde el Gobierno acusan a la oposición de excesiva agresividad y falta de sentido de Estado para ayudar a salir de la crisis. Y hace tiempo que el principal partido de la oposición se queja de ser ignorado en los grandes asuntos y acusa al presidente Sánchez de poco fiable y de comportamiento destructivo. Así no vamos bien. En estas circunstancias, habría que confiar en el papel moderador de la Corona. Para eso está.
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