Opinión
Bomba en Moncloa
Carles Puigdemont ha pasado de ser un cero a la izquierda a convertirse de nuevo en el centro de la esfera política catalana y nacional.
A cuerno quemado le ha tenido que sentar la noticia de la detención de Carles Puigdemont a Pedro Sánchez. Prueba de ello es la extraña demora en el comunicado. En la noche del jueves sólo salió de Moncloa una petición de tiempo para valorar el asunto. Ayer, ya se produjo una respuesta pública, perfectamente medida para contentar a unos y otros: que Puigdemont debía comparecer ante la justicia pero que es tiempo de diálogo. Una forma de decirle: vente, que te indultamos.
En apenas unas horas, Carles Puigdemont ha pasado de ser un cero a la izquierda a convertirse de nuevo en el centro de la esfera política catalana y nacional. Es un golpe en el flanco de flotación del Gobierno, que pivotaba sobre el acuerdo con los adversarios del fugado. El presidente contaba con los tres escaños de ERC para sacar adelante sus presupuestos. Ahora, la Esquerra tiene que salir a defender al de Junts per Catalunya y se le exige que rompa la mesa de diálogo. Mientras Puigdemont siga detenido, no habrá presupuestos.
Comienza el tedioso y enrevesado proceso judicial para determinar si Italia cumple con la extradición que pide el juez Pablo Llarena. Entretanto, el afectado se pasea por Cerdeña. La tarea es doblemente difícil para Roma, teniendo en cuenta que nuestro presidente preferiría la puesta en libertad del sedicioso, que le complicaría menos las cosas que verlo en el banquillo de los tribunales españoles.
Es tan oportuna la jugada para los intereses de Junts y el propio Carles Puigdemont, que a una, que ya lo ha visto casi todo en política, se le antoja que el fugado podría haber diseñado la operación para relanzarse. Para empezar, porque está perfectamente asesorado jurídicamente. Gonzalo Boye, el terrorista que secuestró a Emiliano Revilla y estudió derecho en la cárcel, no es su único abogado. Es la cabeza de una pléyade de asesores bien pagados que, desde el jueves, están apoyados además por todos los letrados de la Generalitat. Y, en segundo lugar, porque Cerdeña es un escenario judicial que recuerda demasiado al de Schleswig-Holstein. Alger, la ciudad donde se ha producido la detención, es el epicentro de una zona de Italia favorable al procés, por influencia de los catalanoparlantes que quedan allí como residuo de las conquistas mediterráneas del Reino de Aragón. Puigdemont juega en campo abonado.
El “president” ha demostrado ser un sujeto cobarde, capaz de huir de su país en el maletero de un coche. Sabía que lo podían detener... así que no es inimaginable considerar que tiene las cartas jurídicas a su favor y cuenta con que lo liberen como en Alemania. O incluso -pensemos mal del todo- que ha pactado este camino con la condición de un indulto exprés. Espero de todo corazón equivocarme de lado a lado y que el fugado y sus abogados hayan metido la pata sin más, al pensar que en Cerdeña sería tan fácil moverse como recientemente en Perpiñán.
Lo peor, como siempre, nos toca a los españoles. Ya han empezado las llamadas de los dirigentes independentistas a la resistencia callejera. Como si un revival se tratase, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, con el indulto recién estrenado, se han lanzado a pedir que la gente se rebele contra las instituciones. Los contenedores ya han empezado a arder. Y, para colmo, las fiestas de la Merced favorecen la salida de las hordas a las vías catalanas, las borracheras y los enfrentamientos. Si no fuese directamente absurdo, hasta la fecha parece elegida por el prófugo: la Merced, ya se sabe, es la advocación directamente relacionada con la liberación de presos
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