Volcán

El dinero prometido

Pero más allá del poderoso fenómeno, importan las víctimas. Sus historias de absoluta pérdida, el desamparo de cientos de familias que se han visto privadas de su hogar, de su trabajo

Con el fin de las restricciones, de nuevo pueblan nuestro paisaje los atascos, se encienden los estadios, se aglomera la juventud y se hacinan los viajeros en los trenes. ¿No ansiábamos regresar a la normalidad? A mí, la verdad, tanta intensidad callejera me alegra y me asusta, al mismo tiempo. Parece mentira. Ahora que la mayoría nos hemos vacunado, hemos aparcado la prudencia y las formas de un plumazo. Y en este inicio de octubre, ya curados de espanto, solo nos asusta la factura ascendente de la luz, lo caro que resulta todo en el supermercado. Y solo nos hipnotiza lo inédito, lo extraordinario, aquello que jamás habríamos imaginado en nuestras peores pesadillas. Este aciago 2021 nos tenía preparada otra sorpresa mayúscula en La Palma. Así que, desde hace unos días, hemos pasado de hablar de contagios, de incidencia acumulada y de riesgo alto por COVID a recurrir al léxico propio de los vulcanólogos (tremores, piroclastos, erupción estromboliana, fajada) para tratar de describir esta catástrofe de dimensiones aún desconocidas.

Sobrecoge el rugido de las entrañas de la Tierra, esa lava que expulsa a borbotones y que lo arrasa todo a su paso, las toneladas de ceniza acumulada, la formación de un delta de magma que está cambiando el perfil de la isla en tiempo récord, la decena de seísmos que siguen registrándose cada día. Y qué decir de esa cascada de nubes emanando del Atlántico, con el poder de confinar miles de hogares, con la amenaza que suponen para la salud de los palmeros. Pero más allá del poderoso fenómeno, importan las víctimas. Sus historias de absoluta pérdida, el desamparo de cientos de familias que se han visto privadas de su hogar, de su trabajo. ¿Cómo consolar a una población tan desvalida? En primer lugar, con oleadas de solidaridad, ésas que ya sienten sobre el terreno desde todos los puntos de este país. Y sobre todo, con la ayuda económica precisa. Visto lo visto años atrás en Lorca, en San Llorenç y, más recientemente, en las ciudades arrasadas por el temporal Filomena, mucho me temo que habrá que vigilar muy de cerca si llega a La Palma el dinero prometido.