
Y volvieron cantando
Degradación e involución
Aznar se ha venido permitiendo una de esas licencias que tanto exasperan a la izquierda «estupenda» de nuestro país y que no es otra que poner sobre aviso a quienes creen equivocadamente que la democracia se sustenta por sí misma
Parece que han hecho subir el precio de las sales anti sofoco algunas de las últimas comparecencias públicas ante los medios de comunicación del ex presidente del Gobierno José María Aznar, cuyo análisis sobre la situación política nunca deja indiferente, ni a quienes saben enfocar las luces del largo plazo sin olvidarse del retrovisor valorando la auténtica talla de quien lideró y unificó a las derechas, ni a quienes se escandalizan por el mero hecho de escuchar, en muchos casos verdades estratosféricas a quien han demonizado durante años como paradigma de la involución ignorando a un presidente que, a pesar de un triste final como el del «11-M» puso a España durante años en la elite de la decisión mundial.
Aznar se ha venido permitiendo una de esas licencias que tanto exasperan a la izquierda «estupenda» de nuestro país y que no es otra que poner sobre aviso a quienes creen equivocadamente que la democracia se sustenta por sí misma, sin necesidad de salvaguardarla de unos enemigos que nunca duermen y que en muchos casos se visten precisamente de decididos demócratas, ocultando al verdadero autócrata que llevan en lo más profundo de sus entrañas. Aznar viene hablando de tres tipos de progresistas que vienen floreciendo durante los últimos años, pero se ha detenido precisamente en los más patógenos por su estrategia bolivariana bien conocida en la castigada América Latina y que ya no pasa (eso está superado en nuestros tiempos) por cambiar los regímenes políticos a golpe de revolución o asonada, sino mermando día tras día los valores constitucionales que les llevaron al poder y haciéndolo de la manera más práctica para dar paso a otros procesos «constituyentes», incumpliendo de manera sistemática las directrices constitucionales o directamente arrumbándolas en el olvido o en la interpretación torticera.
Con independencia de que estén o no justificadas las reservas de Aznar en este sentido hacia el actual Gobierno y sus socios, –«aquí se está en ello», dijo el expresidente– sí conviene recordar qué líneas rojas impensables de traspasar hace años se han traspasado, qué mandatos constitucionales como el de presentar Presupuestos directamente se incumplen, o que el pudor es ya inexistente a la hora de cuestionar a instituciones como el Tribunal Supremo o tomar el control de todo un Ministerio Fiscal. Me encantaría tener razones de mucho peso para rebatir a Aznar, pero me cuesta encontrarlas.
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