Arnaldo Otegi
Otegi, anatomía de un héroe
Hace veinte años, los vascos teníamos que agradecerles que nos hicieran volar por los aires en nuestro propio nombre
Bildu y ERC han coincidido en la manifestación de apoyo a los presos de ETA, que es la manera más sencilla de decir que lo que hicieron estaba bien. No reconocer la condena significa no reconocer la culpa del que la merece. Ahora que estamos a dos documentales de que pidan el Nobel de la Paz para Bildu, es hora de observar la anatomía de Arnaldo Otegi como héroe de España, que es algo que se viene con paso seguro como se vienen el invierno y la inflación.
Si les preguntas, en ETA te juran que querían salvar Euskadi. Aún hablan de su «causa», porque ahora cada cual tiene una causa, a ver por qué ellos no. Hay más causas que botellines. En general, me aterra esta cosa en la que cada cual pretende salvar el mundo. Las mayores atrocidades se han cometido por el bien de la Humanidad, pues no hay nada peor que un miserable motivado. Casi era mejor cuando la gente hacía su vida que lo de ahora cuando el más tonto intenta salvarte. ETA intentó salvar la Humanidad con novecientos muertos bajo las sábanas, pues la Humanidad era algo que llegaba conceptualmente hasta Miranda de Ebro, siendo generosos.
Una de las ideas sobre las que ha reposado el horror en Euskadi es la del terrorismo como error de apreciación. Los asesinos eran, sencillamente, gente equivocada, buenos chavales, ya sabes, que le volaban la cabeza a un tipo con su hijo en brazos porque a los jóvenes les agarra el idealismo y meten la pata. Así se aparecen como héroes confundidos que por las condiciones ambientales de la violencia entregaban su vida en favor –de nuevo– de una causa. Yo siempre he creído que la gente se metía en ETA para follar y que el terrorismo como todas las versiones grupales del horror, fue una manera como cualquier otra de conseguir reconocimiento y cama por parte de gente que fuera de ese mundo no servía ni para taco de escopeta. Una de las idealizaciones más absurdas ha sido la de considerar intelectualmente a ETA cuando, en realidad, los hechos han demostrado que estamos ante un grupo de catetos en busca de atención. Nos la tomamos en serio.
Hace veinte años, los vascos teníamos que agradecerles que nos hicieran volar por los aires en nuestro propio nombre. Ahora les damos las gracias porque ya no asesinan y aquí es donde se viene el Nobel para Otegi como héroe de la retirada, que es una condición que solo puede alcanzar quien estaba en el ajo. Llegó a decir esta semana que, al abandonar la lucha armada, habían cambiado la vida de muchos vascos. Tanto la cambiaron que llegaron a extinguirla. En realidad, la virtud de dejar de matar solo se puede conceder al asesino. Claro que es mejor una Euskadi sin muertos, pero de ahí a dar las gracias va un viaje que ya recorre la izquierda española con la prisa innegable porque Bildu sea cuanto antes un partido equiparable moralmente a los demás. Bajo el show léxico del conflicto y la reconciliación (como si el terrorismo fuera cosa de una pelea entre dos), se esconde el objetivo de borrar la vergüenza que supone hacer descansar un gobierno en una corriente política a la que le humea la pistola. La caposarambola solo es posible en un esquema mental en el que, en agradecimiento al cese del terrorismo, habrá que concederles lo que pedían. Para que esta chatarra funcione, es necesario entender que ETA dejó las armas cuando, en realidad, se las quitó la democracia.
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