Partido Popular
El PP y las quitanieves
Casado ha cometido el mismo error que Sánchez. Si éste subestimó la capacidad de Ayuso y la puso a su altura con voluntad de destruirla, el líder del PP se ha equivocado manteniendo un pulso inútil
El horizonte es un paisaje suave de nieve negra que redondea las laderas y envuelve las casas como el negativo de una postal alpina. Jesús, que fue puntal de lucha canaria y hoy trabaja en una empresa de seguridad en Segovia, acostumbró su piel y su ánimo a los fríos mesetarios y en la rutina de las estaciones terminó por encontrarle gusto a pisar la nieve crujiente y admirar la fría monotonía de las montañas blancas. Lo que hoy ve en la tele se le antoja un reverso cruel de los inviernos de la sierra segoviana, como si alguien hubiera pintado de negro un cuadro nevado. Esa es la imagen. Pero la realidad es que el negativo alcanza también a su carácter mismo: la nieve anticipa el agua, que es la vida; los años de nieves, dicen, lo son también de bienes, mas la ceniza en su negrura es un manto destructor y no trae el agua de la vida, sino el sello de la muerte. La muerte de su isla bonita.
Vuelve Pedro Sánchez a La Palma, no sabe ya si es la quinta o la sexta vez. Como dice su suegra, lo poco agrada y lo mucho enfada. Y Jesús, que agradeció de corazón que el presidente del Gobierno viajara a la isla nada más abrirse la tierra por el volcán, que aplaudió su empecinamiento en estar allí cada vez que fuera necesario para encarnar la voluntad del Gobierno de no dejar solos a los palmeros, tiene hoy la impresión de que está entrando en el exceso. Sobre todo si los compromisos de hace cincuenta días no se cumplen con la misma celeridad con que anota en su agenda lo del viaje a la isla. Las ayudas son pocas y no parece que cubran mucho de lo necesario. Eso ve en la tele que dicen los palmeros: muchos esperan aún albergados en naves o cuarteles algún impulso tangible para empezar lo que va a ser su nueva andadura tras esta primera muerte en vida. Su familia es del norte, y afortunadamente no les ha tocado más que la suciedad de la ceniza y el parón angustioso de una economía que va muriendo cada día entre lava, gases y ese polvo negro que convierte los paisajes en negativos de estaciones de esquí. Que tampoco es poca cosa.
Sigue la información de la tele con la angustia de la incertidumbre y llegó a aferrarse a la esperanza que esta semana transmitían algunos medios sobre la perceptible calma que se diría llega del interior. Pero por lo visto es una falsa alarma. Todo sigue igual. Bueno, peor, porque a medida que pasa el tiempo la destrucción y la incertidumbre van siendo mayores.
Arroja el informativo de repente, tras el último de los coleos de la nevada infernal, una imagen de archivo de Pablo Casado y Díaz Ayuso en animada charla. En rótulo al pie de la pantalla puede leer: «Crece la lucha de poder en el PP madrileño». Será casualidad, piensa Jesús; una de esas bromas en las que no piensan los que ordenan las noticias. Porque a él le recordó a un volcán poderoso e imparable la irrupción de Ayuso en la política arrebatándole a la izquierda Madrid y a su partido algo del liderazgo de Casado, allá por el mes de mayo. Es una tontería, pero se le pasó por la cabeza la imagen de una fuerza escondida e imparable que brotaba de repente para cambiarlo todo. No volvió a pensar en ello. Tampoco cuando hace cincuenta días el volcán de su isla empezó a rugir sembrando destrucción, dolor e incertidumbre.
Ahora se lo evoca el orden de las noticias en un informativo de la tele. El volcán Ayuso sacó al exterior su poderosa capacidad de liderazgo, y ha terminado convirtiéndose en una amenaza capaz de achicharrar los planes de futuro de la dirección de su partido. No pareció surgir con vocación autodestructora, pero se diría que han sido los suyos quienes le han otorgado finalmente ese carácter. Fue Churchil a un joven parlamentario y luego Adenauer al mundo en general, quienes acuñaron aquello de los tres tipos de enemigo, de menor a mayor: el enemigo a secas, el enemigo mortal, y el compañero de partido. El PP está haciendo buena esa máxima con su impúdica exhibición de lucha por el liderazgo. En Madrid, claro; pero se malicia Jesús que con mirada más amplia, más allá de los límites del partido, como la lava rebasa la frontera de la isla y se abre paso al mar.
Casado ha cometido el mismo error que Pedro Sánchez. Si éste subestimó la capacidad de Ayuso y la puso a su altura con voluntad de destruirla, el líder del PP se ha equivocado manteniendo un pulso inútil en el que si sólo puede quedar uno será al precio de destruir el propio partido.
La ceniza que cubre con un manto negro el desolado paisaje palmero es indestructible. Más aún si contra ellas utilizas quitanieves.
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