La Palma

Viaje a La Palma

«Las promesas son inmediatas, pero su plasmación en la realidad se demora. Y la vida no espera»

Se han cumplido tres meses desde el día en el que surgió una nueva montaña de fuego en la isla canaria de La Palma. Los misterios de la naturaleza nos superan, y una erupción demuestra lo débiles que somos ante fuerzas que están fuera de nuestro alcance. Cuando la lava sale a borbotones, no existe nada que haya inventado el ser humano que la pueda frenar.

Este fin de semana, con la erupción aparentemente en vías de terminar, los vigilantes del volcán (científicos, fuerzas de seguridad y autoridades políticas) han permitido que un grupo de periodistas accediéramos hasta un lugar muy cercano al cráter: apenas a 200 metros. «¿Qué siente, ahora que no hay llamaradas de fuego, ni el magma sale desde el interior de tierra para arrasar casas y plantaciones?», preguntamos a uno de los volcanólogos que ha monitorizado la evolución del desastre desde el primer momento. «Paz -responde-, siento paz».

Estos tres meses han sido una mezcla de sensaciones que podrían ser incompatibles entre sí. Por un lado, la fascinación con un brutal fenómeno natural y su capacidad hipnótica, al asistir al espectáculo visual provocado por el fuego y los ríos de lava. Por otro, la destrucción: cientos de familias que han visto cómo las coladas incandescentes avanzaban hacia sus casas, sin opción alguna para impedirlo.

Han sido tres meses de cataclismo, y ahora se inician años de reconstrucción. Por desgracia, los hogares que fueron enterrados por la lava en cuestión de minutos no se podrán erigir con esa misma rapidez, ni en ese mismo lugar, ni el paisaje que los rodeaba será el mismo nunca más. Y es en estas situaciones en las que se demuestra la grandeza de un país: cuando las instituciones son capaces de vehicular con eficiencia y justicia las ayudas que deben llegar a quienes las necesitan, porque no hay mejor motivo que ese para dar utilidad real a nuestros impuestos. Las promesas son inmediatas, pero su plasmación en la realidad se demora. Y la vida no espera.

La Palma ha sufrido una calamidad. La orografía de su lado occidental ha cambiado bruscamente. Pero sigue siendo la isla bonita. Aún más.