Partido Popular

Tomad nota, no sois eternos

Ni con el PP o Vox nace o muere la derecha, ni con el PSOE o UP nace o muere la izquierda

La situación en el PP que me ceñiré a calificar de inédita, –quedan ya pocas palabras en el diccionario para describirla– ha vuelto a traer a colación por su gravedad, el hecho demostrado con ejemplos muy palmarios en Europa, de que ningún partido político ostenta el intocable marchamo de ser la sigla de referencia en todo un espectro ideológico. Es tan sencillo como que, si una organización acaba desapareciendo del mapa por determinadas razones, los electores no se van con ella a la tumba, como los sacerdotes egipcios acompañando al faraón a la pira funeraria. Ese espacio continuará existiendo y serán otras organizaciones con otras siglas las que lo acaben ocupando ergo, ni con el PP o Vox nace o muere la derecha, ni con el PSOE o UP nace o muere la izquierda. Tal vez Italia resulte el caso más emblemático a propósito de esta cuestión, allí el partido de la Democracia Cristiana llegó a ser probablemente la formación conservadora más consolidada de largo entre las democracias europeas, mientras que socialistas y en especial el partido comunista acaparaban la totalidad del espectro de izquierdas en el país transalpino. En ambos casos las guerras fratricidas internas acompañadas del aderezo de puntuales episodios de corrupción dieron directamente con la inmisericorde desaparición de estos partidos, cuyos espacios fueron naturalmente ocupados por la «Forza Italia» de Berlusconi en la derecha y por experimentos como el del «Olivo» en la izquierda llegando además ambos al gobierno del país por obra y gracia de un electorado que, –pregunten por la UCD– perdona muchas cosas e incluso a veces tiene memoria de pez, pero a las divisiones internas en las organizaciones políticas no les da medio pase.

Quienes llevamos algunos años/décadas siguiendo, antes de cerca y ahora a cierta distancia la información del Partido Popular hemos visto de todo dentro de eso que se llama el cainismo de la derecha, las guerras Aguirre-Rajoy pasando por los desencuentros Aznar-Rajoy, la «guerra de los diez años» entre Cospedal y Sáenz de Santamaria o sin ir más lejos un elenco de muy válidos cuadros arrumbados al olvido tras el último congreso nacional que situó a Casado como triunfador… pero lo de esta semana es una película distinta, nunca se había desnudado en la plaza pública tal cantidad de inquina en forma de graves acusaciones mutuas. Lo peor no es zarandear a un partido, sino a la esperanza de cambio en millones de ojipláticos votantes, hoy bajo una dramática sensación de orfandad. Por cierto, sobre si hay tiempo para recomponer el jarrón… eso depende ya de Sanchez y su «botón electoral».