Partido Popular

Casado

Ojalá reencuentre su camino, y sus ideales, fuera de la política

Pablo Casado llegó a la presidencia del Partido Popular en 2018 con un discurso basado en la necesidad de recuperar los ideales: aspiraba a devolverles a los militantes la ilusión que habían perdido tras casi quince años de progresiva desideologización de su formación. Y, de hecho, en las primeras elecciones generales a las que concurrió contra Sánchez, Casado exhibió un discurso que quería emparentar con el liberalismo: un liberalismo que a lo sumo podría haber recibido el calificativo de tibia socialdemocracia o de socioliberalismo, pero en todo caso algo distinto, en el margen, a lo que planteaba la dupla PSOE-Podemos.

Sin embargo, en esos comicios, Casado obtuvo un pésimo resultado: el peor en la historia del PP.

Las causas podrán ser diversas: tal vez el electorado español no está preparado –debido a décadas de abandono de la batalla de las ideas– para un discurso filoliberal; tal vez es que la hipoteca de la corrupción del PP seguía pesando mucho por esas fechas; tal vez es que se veía a Casado como un líder advenedizo y sin experiencia; tal vez es que en esos momentos Ciudadanos, con Albert Rivera a la cabeza, disfrutaba de un enorme empuje que hizo retroceder al PP.

Fuera cual fuese la razón de fondo, lo cierto es que, tras esa derrota Casado decidió replegarse en lo ideológico para controlar el aparato del partido y así asegurarse la continuidad en el cargo.

El PP volvió a dar bandazos discursivos y dejó de plantear una alternativa programática clara a Pedro Sánchez. ¿Alguien, por ejemplo, sabría citar una sola propuesta concreta, reconocible y alternativa de Casado salvo la famosamente machacona Ley de Pandemias?

El PP, como en tiempos de Rajoy, aspiró a heredar el poder del PSOE cuando éste cometiera y acumulara suficientes fallos como para que los españoles le retiraran su confianza: una estrategia cobarde (otros la tildarían de prudente o conservadora) que en este caso no funcionó por las intrigas internas de la organización.

Ahora todo eso ya es historia. En los últimos días, muchos hemos criticado, incluso con dureza, las últimas decisiones de Pablo Casado al frente del partido. En lo personal, sin embargo, no le deseo nada malo. Todos nos equivocamos y la penitencia no merece ser eterna. Ojalá reencuentre su camino, y sus ideales, fuera de la política.