José María Marco

Tercera ola en Génova

Al asumir la dirección de esta tercera renovación del PP, que podríamos llamar la tercera ola genovesa, Feijóo se enfrenta a una tarea política de primer orden

Por fin parece seguro que Alberto Núñez Feijóo será el nuevo presidente del Partido Popular. Digo «por fin» porque desde los tiempos de Rajoy se han sucedido varios intentos de renovación en los que el Presidente de la región gallega aparecía siempre por algún sitio, aunque siempre en la reserva… Primero vino el «sorayismo», es decir un intento de relevo desde los fieles a Rajoy. Luego vino la renovación de la renovación, con Casado y sus ímpetus de cambio. Y ahora, después del descalabro, algo que se parece a una vuelta a aquel primer relevo propiciado desde dentro… una vuelta atrás que supone también continuar un cambio frustrado en su momento. El tiempo dirá cómo se enfrenta Feijóo a esta difícil posición.

Lo que es probable es que sea consciente de que se enfrenta a algo a lo que Rajoy, en su momento, no quiso enfrentarse y que, incluso, contribuyó a agravar, como es la crisis interna del Partido Popular, paralela a la del otro gran partido tradicional de la democracia española, el PSOE. En conjunto, estas dos crisis señalan a otra aún mayor, que afecta al sistema y al propio régimen tal y como se ha configurado en estos cuarenta años.

En cuanto al propio Partido Popular, el episodio de la guerra interna aún no cerrado indica bien hasta qué punto es necesario un cambio interno profundo. Ha entrado en crisis el partido de cuadros, tan proclive al tecnocratismo, característico del PP en la última década. Es la última ocasión para incorporar ideas, actitudes y valores que reflejen la mutación que estamos viviendo, y que recuperen al tiempo el pulso de lo popular, algo que en su momento fue una de las señas de identidad del partido… Si no se hace un esfuerzo serio en este sentido, no hay que descartar que el PP acabe reducido a jugar, como mucho, el papel de bisagra que un día pudo ser el de Ciudadanos.

Más allá de eso, está la crisis general de un sistema que ha llegado al agotamiento, pero cuya reforma no se atreve a proponer ninguno de los dos partidos tradicionales. En realidad, a lo que el PSOE parece estar dispuesto es a facilitar y aprovechar su degradación para fines cortoplacistas. Mientras, se diría que el PP carece de fuerzas y de confianza para cumplir su papel, que es proponer una reforma a fondo, así como el marco institucional y político que permitiría llevarla a cabo, incluido un gran pacto de gobierno con quien esté dispuesto a sumarse al esfuerzo. Incluidos aquellos que, como VOX, ya han comprendido que la supervivencia de la democracia española depende de cambios que tengan en cuenta los fallos que estos últimos años han revelado en el sistema y que atañen al Estado de las Autonomías, a la identidad nacional española y a la posición de nuestro país en el mundo, con todas las consecuencias que esto tiene en la política interna. Al asumir la dirección de esta tercera renovación del PP, que podríamos llamar la tercera ola genovesa, Feijóo se enfrenta a una tarea política de primer orden, muy lejos de cualquier tentación de volver la obsesión por la «gestión» que contribuyó tan decisivamente a precipitar la crisis.