Partido Popular
La manipulación y el pacto PP-Vox
«Los dirigentes del PP que quieren marcar distancias frente a Vox solo hacen el ridículo más espantoso»
No me sorprende que la izquierda política y mediática, así como la derecha acomplejada o resentida, hayan arremetido contra el pacto alcanzado entre el PP y Vox para formar gobierno en Castilla y León. Por supuesto, no se han molestado en leerlo y eso que son solo cinco páginas, que están redactadas con enorme claridad y sencillez. La ignorancia es uno de los males más graves e inquietantes de la política española. Es consecuencia, además, de un cerril partidismo por el que cualquier iniciativa o declaración de un rival es rechazada de plano. En estos tiempos de la dictadura digital, sustentada en la inmediatez, y la frívola superficialidad, los políticos se han apuntado con gran fervor a esta moda. Es muy poco serio. La actividad pública se ha instalado en un zafio frentismo. Un comentario favorable de las declaraciones o actuaciones de un rival comporta la inmediata adjudicación de una etiqueta.
En alguna ocasión he comentado que a una gran mayoría de los aficionados al fútbol no les gusta este deporte, sino que su equipo gane y el rival sea humillado. Esta obcecación llega al extremo, incluso, de querer que el «enemigo» pierda en las competiciones internacionales. Por supuesto, no es algo propio solo de nuestro tiempo, sino que lo encontramos en las peleas de gladiadores y otros espectáculos del circo romano o las célebres carreras de carros en el famoso hipódromo de Constantinopla durante el Imperio Romano de Oriente. En aquella época, desgraciadamente, la muerte del rival era acogida con enorme satisfacción por la plebe, siempre dispuesta a disfrutar con la visión de la sangre. Durante las Cortes de Cádiz, iniciamos ese deleznable frentismo político que ha llegado hasta nuestros días. Por supuesto, ha habido momentos, más bien escasos, y personas que han conseguido estar por encima de ello, pero la realidad es que cada grupo se ha querido imponer sobre el otro. Esto condujo al fracaso en el periodo isabelino, la etapa final de la Restauración o la absurdamente idealizada Segunda República. La Transición fue un notable ejercicio de consenso, pero los socialistas pactaron enseguida con los comunistas para quitar gobiernos municipales a la UCD donde había sido la fuerza más votada. Hay que reconocer que aquellos comunistas eran más leídos y preparados que el telepredicador Pablo Iglesias y sus camaradas de Podemos, que han conseguido que se asemeje más a una secta que a un partido.
Una muestra de este frentismo lo encontramos con la reacción al pacto de gobierno para Castilla y León. Al margen de mis discrepancias con las declaraciones de algún dirigente de Vox o su visión del Estado de las Autonomías, la realidad es que se ha comportado como un partido serio y riguroso que asume unos compromisos de gobierno que son impecables. Es bueno leerlos y luego opinar. Me gustaría saber en qué discrepa, por ejemplo, Pedro Sánchez. He de reconocer que no espero nada de Podemos, porque ha demostrado que son cerriles, sectarios y agresivos, algo que no sucedía con los líderes de IU como Anguita, Llamazares o Cayo Lara. No coincidía con sus planteamientos, pero eran personas educadas, coherentes y responsables.
El acuerdo entre Alfonso Fernández Mañueco y Juan García-Gallardo se compone de 11 ejes de gobierno y 32 acciones. No me importa afirmar que es un buen pacto para Castilla y León y reto a quien sea capaz de demostrarme lo contrario. Las críticas nunca me han importado, porque no necesito el halago de los ignorantes, los sectarios o los inconsistentes. La reacción rabiosa e indocumentada de la izquierda política y mediática se fundamenta en una confrontación de trincheras y, por supuesto, en su concepción patrimonialista del poder, que se refleja en la basurilla ideológica de su superioridad moral. Con respecto a los dirigentes del PP que quieren marcar distancias frente a Vox, solo hacen el ridículo más espantoso y parecen, dicho irónicamente, unos quintacolumnistas al servicio de Sánchez. ¿Querían una repetición de elecciones? En cambio, Ayuso ha estado, una vez más, muy acertada en sus declaraciones porque reflejan una gran coherencia, así como una visión muy clara que le condujo a la contundente victoria del 4 de mayo.
El PP puede pactar con Vox, pero lo tiene que hacer sin complejos, con orgullo y defendiendo sus posiciones. Lo que hizo la presidenta madrileña. Es la única vía para recuperar el gobierno de España y conseguirlo, además, con un gran resultado. Hay que observar al PSOE y sus lamentables pactos con Podemos, los independentistas, los antisistema y los herederos de ETA. Los hace y ya está. No anda acomplejado y lo que afirmó con grandilocuencia antes de las elecciones generales queda en la papelera. Sánchez es un maestro en el arte de la incoherencia y tiene claro que el objetivo es conseguir gobiernos autonómicos y municipales, así como seguir en La Moncloa. La alternativa para Castilla y León era una coalición socialista-comunista. Es cierto que el PSOE cuenta con la inestimable ayuda de la gran mayoría de periodistas, que están siempre dispuestos a arremeter contra el PP mientras justifican las tóxicas alianzas socialistas. Los argumentos resultan muchas veces peregrinos, pero no importa, porque ponen por delante la ideología a la verdad y el rigor. Feijóo acertará si se dedica a combatir al gobierno socialista comunista y no se preocupa de Vox. A sus votantes les parece muy bien el pacto en Castilla y León, aunque preferirían que gobernara en solitario, porque quieren, sobre todo, que España avance en el progreso y la igualdad. Es algo que no conseguirá Sánchez con los seguidores de Iglesias, los independentistas, los antisistema y los herederos de ETA.
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