Guerra en Ucrania

O la OTAN o el ostracismo

La invasión ha obligado a Europa a retratarse y por supuesto al gobierno español, que anunciaba el envío de armas a la resistencia ucraniana tan solo doce horas después de negar la mayor

Complejos del pasado y alguna mezquindad del cortoplacismo político hicieron hace más de tres décadas que los dos grandes partidos del país, –PSOE y la Coalición Popular embrión del actual PP– tardaran en caer en la cuenta de que pertenecer a la OTAN era similar garantía de desarrollo y salvaguarda democrática que pertenecer a la UE –mismo «pack»– con alguna especialmente ingenua decisión ya expiada en el tiempo, como la adoptada por los líderes de la coalición conservadora Fraga, Alzaga y Segurado de recomendar la abstención en la consulta convocada por el gobierno de González, ante el atronador cabreo de lord Carrington secretario general de la Alianza. Por desgracia ha tenido que materializarse toda una invasión como la sufrida por Ucrania a manos rusas para que, treinta y seis años después de aquel referéndum sobre la entrada en la Alianza Atlántica previo al «OTAN de entrada no», se ponga realmente en valor entre la sociedad española la importancia de pertenecer a una organización que, lo que sí garantiza «de entrada» es que su territorio va a ser defendido desde el primer hasta el último palmo por una fuerza de potencias democráticas frente a agresiones como la perpetrada por Putin contra un país soberano. Polonia es tal vez el más palmario ejemplo de esa seguridad justo en el umbral del conflicto, en contraste con la indicativa inquietud de otras naciones como Finlandia o Suecia amenazadas por el Kremlin si deciden abandonar una tradicional «neutralidad» más entrecomillada ahora que nunca.

La invasión ha obligado a Europa a retratarse y por supuesto al gobierno español, que anunciaba el envío de armas a la resistencia ucraniana tan solo doce horas después de negar la mayor en boca de su presidente, también ahora caído del caballo como Saulo para ver la luz del necesario aumento en el gasto de Defensa y consecuentemente de una aportación económica de nuestro país a la Alianza, que hasta la fecha se ha caracterizado por cierta racanería no exenta de complejos del pasado reciente. Sánchez necesita reivindicarse ante los socios europeos y sobre todo norteamericano después de años bajo la lupa de una sospecha marcada por la presencia de comunistas y populistas en el Ejecutivo. La cumbre de la OTAN que acogerá Madrid en junio se presenta como la verdadera y auténtica prueba del algodón para la fiabilidad de España en general y del propio Sánchez en particular. Una vez más en los temas «de mayores» el apoyo llegará de la oposición, ya con cara y ojos más «galaicos».