El desafío independentista

Independentistas con abuelo franquista

«Un aspecto muy positivo del mundo nacionalista es que se odian entre ellos»

No es un gesto voluntarista por mi parte. El tiempo juega en contra del independentismo catalán. Es cierto que hay un núcleo duro que siempre lo será. Ni siquiera los cuarenta años de franquismo lo hicieron desaparecer. Estamos ante una opción sentimental que no se puede racionalizar. Nada hará que cambien de posición. Las causas son diversas, pero son tan sólidas que lo único importante es que ese porcentaje sea lo más pequeño posible.

Hay otros que han abrazado esta posición gracias al fervor propagandístico de TV3, Catalunya Ràdio y otros medios de comunicación públicos y privados, así como por el adoctrinamiento en las escuelas y universidades. Han sido muchos años y ahora es un estadio difícil de revertir. Se necesita tiempo para lograr el pluralismo y la neutralidad en las instituciones.

Es el grave problema que sufre la sociedad catalana, porque todas las administraciones públicas están al servicio de la idea partidista de la independencia. Finalmente, entre los nacionalistas hay muchos personajes parecidos a Pere Aragonès, cuyo abuelo era un fervoroso franquista, su padre se adhirió al pujolismo y el nieto es el soberanista presidente de la Generalitat.

Es bueno recordar que una parte nada desdeñable de las actuales familias nacionalistas recibieron a las tropas nacionales con el brazo en alto. Por supuesto, algunos políticos, empresarios y profesionales utilizaban su nombre en español, pero se “normalizaron” cuando vieron que podían medrar con Pujol.

No voy a negar que otros fueron coherentes durante el franquismo, aunque nada impedía hablar o escribir en catalán. Mis padres lo hacían. Un aspecto muy positivo del mundo nacionalista es que se odian entre ellos. Por tanto, se pelean siempre que pueden. Hay que tener en cuenta que lo favorece la mediocridad exasperante de sus líderes.

No hay más que ver la pléyade de talentos que dirigen JxCat, PDeCat y ERC. La única persona que me merece respeto es Oriol Junqueras, con el que tuve la oportunidad de debatir sobre Historia en RAC1. Es una persona coherente de firmes convicciones que está movido por un patriotismo que no comparto. Es difícil entender por qué dejó como sucesor a un personaje tan gris y anodino como Aragonès, que al final acabará traicionándolo. Lo mejor es que el “mini” presidente sueña con la república catalana.