Cultura

Símbolos

El relato resulta constantemente mucho más complejo que una contraseña. Y la vida, al fin y al cabo, es compleja. Para representar esa complejidad, el símbolo queda pobre

El peine: ese símbolo opresor de la dictadura del melenopatriarcado. Si les desconcierta esta introducción y quieren entender la frase anterior, échenle una ojeada a la pequeña foto que está encima de esta columna y lo comprenderán todo. Plantear la alopecia como una discapacidad es seguramente un exceso, pero lo que intento demostrar es que no hay nada más fácil que edificar un símbolo sobre lo que queramos, si a uno le conviene.

Los símbolos son un asunto muy delicado –y hasta a veces peligroso– en la medida que los humanos somos especímenes extremadamente imaginativos, capaces de cargar con simbología prácticamente cualquier cosa. En los setenta, cuando se salía de una época de represión erótica generalizada, se puso de moda buscarle explicación sexual a todo. Dado que entre los mamíferos el asunto siempre se reduce casi exclusivamente a palitos y agujeritos, las posibilidades de la iconografía biológica de la sexualidad humana resultaban bastante pobres. Una vez puestos a buscar simbolismos, metáforas y símiles todo eran ceros y unos. Es decir, vulvas entrantes y falos saledizos. Toda llave se convertía en macho y toda puerta se convertía en hembra. Primario, simplón, repetitivo, limitado y, sobre todo, aburrido.

Por supuesto, sucedía eso tan humano de que era sencillo inventar innumerables analogías de todo tipo con cualquier otra materia, pero que luego esos paralelismos no conseguían ser significativos en ningún modo. Por eso desconfío de usar símbolos en arte. En ese ámbito, es mejor utilizarlos con toda la parsimonia posible. El símbolo (incluso etimológicamente) es una contraseña y, como tal, siempre es una simplificación. Para el arte, ofrece muchas más posibilidades el mito, puesto que es un relato. El relato resulta constantemente mucho más complejo que una contraseña. Y la vida, al fin y al cabo, es compleja. Para representar esa complejidad, el símbolo queda pobre. Por eso, cuando aparezca alguien queriéndose erigir en símbolo de alguna lucha en particular, sean siempre escépticos y desconfíen.