Pedro Sánchez
La penitencia de Moncloa por dejarse lo peor para el final
Lo que toca es apretarse el cinturón ante un otoño negro y en el que a Moncloa le quita el sueño el riesgo del descontento social ocupando la calle
A Moncloa le urge que ERC esté contenta. La urgencia no es porque alguien se esté planteando seriamente dentro del Gobierno que tienen capacidad para aprobar los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para el próximo año, sino porque queda un fin de Legislatura en el que los votos de ERC y de los «desleales» socios de coalición son necesarios, y más que probablemente imposibles, para sacar adelante el paquete de medidas comprometidas con Bruselas. Intencionadamente el presidente Pedro Sánchez se dejó lo más difícil para el final de su mandato, convencido de que animados por el «baile» de la recuperación los socios estarían más solícitos a la hora de arrimar el hombro para adoptar medidas que no son de las que sirven para que te aplaudan cuando sales a la calle.
Si ERC echa un repaso a lo que aparece en el Plan de Recuperación enviado a Bruselas entenderá la razón del insistente galanteo socialista. Peajes en las vías públicas, impuesto al diésel, sostenibilidad de las pensiones, más cotizaciones para los autónomos... El Gobierno quiere creer que la palabra dada a Bruselas también puede dejar de ser ley porque las cosas en Ucrania se están alargando y las circunstancias siguen cambiando. Pero la realidad es que nos espera un fin de Legislatura condicionado por la necesidad de apretarnos el cinturón y bajo la presión de reformas para las que a Moncloa no le salen las cuentas parlamentarias.
El presidente se mueve mejor en el ambiente internacional y europeo que en el doméstico. Está más cómodo y se siente mucho más reconocido. Pero, de ahí a pensar que se nos perdonarán los compromisos adquiridos a cambio de los fondos europeos, es tanto como creer en milagros. La realidad es mucho menos poética. España necesita de un plan fiscal de ajuste que le dé credibilidad ante los mercados frente a la retirada de los estímulos del BCE. Dicho en prosa, lo que toca es apretarse el cinturón ante un otoño negro y en el que a Moncloa le quita el sueño el riesgo del descontento social ocupando la calle. Precisamente estas malas perspectivas son las que pueden obligar a Sánchez a cumplir su palabra de agotar la Legislatura: ir a elecciones en medio de la tormenta no ofrece ninguna ventaja más que la de abandonar antes el coche oficial una vez que las cuentas electorales tampoco te salen. Y en el camino Moncloa confía en que el «manguerazo» de los fondos europeos le ayuden a ganarse muchas voluntades, incluso de esos «poderosos» a los que el presidente responsabiliza de su desgaste.
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