Gobierno de España

Stranger things

Hemos vuelto a contemplar a cada partido, exponiendo sus particulares y a veces peregrinas recetas para España, ante una bancada azul completamente desierta, sin presidente ni ministros

Este calor insoportable, que derrite y noquea las mentes y los cuerpos, pocas alternativas deja a quienes no estamos de vacaciones a la orilla del mar, o chapoteando en la piscina. El aire acondicionado es la única salvación cuando el termómetro marca cuarenta y cinco gradazos. Por encima de lo razonable se eleva lo urgente y, en este nivel rojo extremo, por supuesto que urge encerrarse en la oficina y deambular después por centros comerciales hechos de tiendas que emanan chorros de aire, nivel iglú.

En los comercios semivacíos de julio, últimamente tengo muy presente a mi madre, que toda su vida ha prestado más atención a la etiqueta del producto que al producto en sí. «Para una vez que te compras algo, mamá, tienes que elegir lo que más te gusta»… Y ella asiente sin mirarte y sigue a lo suyo, como quien oye llover. Esa contención materna es hoy extrapolable a la de un país entero que sufre cada semana al repostar en la gasolinera, que alucina y se inquieta en los supermercados y que, en la intimidad de los hogares, hace cuentas mientras imagina el inevitable facturón del mes que viene.

Esta semana, los españoles hemos asistido a un debate del estado de la nación que comenzó arrollador, con una batería de medidas económicas anunciadas por el presidente del Gobierno a modo de salvación colectiva, para frenar la subida de los precios. «Impuestos a los más poderosos» nos dijo un Pedro Sánchez sonriente, apuntando a las compañías energéticas y a la banca y adueñándose, de un plumazo, del ideario de su vice Yolanda Díaz, que asistió, sin apenas aplaudir, a la exposición de la retahíla de medidas sociales del Ejecutivo. ¡Le habían robado el discurso! Pero tenía que manifestar satisfacción a los medios, qué paradoja.

De todo lo expuesto en el Congreso aún no se nos ha comunicado la letra pequeña, aunque las ministras Calviño y Montero –María Jesús– nos invitan a despreocuparnos, aseguran que los ciudadanos no acabaremos pagando esas nuevas tasas. Me apunto sus palabras a fuego y a fecha de hoy, y espero no tener que rescatarlas para explicar, próximamente, que también sobre esto nos mintieron.

Por lo demás, esta semana ha salido adelante, entre otras, una Ley de Memoria Democrática que afortunadamente desaparecerá del mapa tal y como llegó, de un plumazo, cuando cambie de color La Moncloa. Y los españoles hemos vuelto a contemplar a cada partido, exponiendo sus particulares y a veces peregrinas recetas para España, ante una bancada azul completamente desierta, sin presidente ni ministros. Una realidad lamentable, vergonzosa, triste. ¡Luego no entienden la desafección ciudadana! Será que la temperatura del Parlamento no era la adecuada para sus señorías.