Alberto Garzón

La soledad de la vicepresidenta

Díaz no dispone de competencias en materia de alimentación, y solo ha querido estar a su lado Alberto Garzón, que busca desesperadamente una sombra bajo la que cobijarse

Aunque puedan parecer sinónimos, existe un abismo entre la audacia y la temeridad. Audaz es quien acomete con valentía acciones poco comunes sin temer a las dificultades que pueda encontrar. Pero actuar con temeridad es poner en marcha una acción peligrosa con valor –eso siempre es imprescindible–, pero con imprudencia.

Es cierto que, en ocasiones, comportamientos temerarios en política han derivado en éxitos rotundos. El ejemplo más cercano es el de Pedro Sánchez, muy dado a la temeridad pero, a la vez, muy hábil para que el resultado final caiga de su lado.

Yolanda Díaz trata ahora de asumir el mando de la izquierda populista. Y, para conseguirlo, necesita llamar la atención. Su última pretensión temeraria ha sido la de lanzar una campaña política unipersonal (como todas las suyas) para que las grandes distribuidoras de alimentación bajen los precios de los productos básicos. Y Pedro Sánchez ha dejado que su vicepresidenta segunda se autolesione. Le ha dado carrete sin decir una sola palabra, ni a favor ni en contra de la propuesta, a sabiendas de que lo que no puede ocurrir no ocurrirá (como ya advirtió el muy sensato y eficaz ministro de Alimentación, Luis Planas), y Yolanda Díaz se ha visto, de repente, en una posición de fuera de juego tan evidente que será innecesario revisarla en el VAR: no tiene el apoyo del PSOE, Podemos mira para otro lado, las grandes distribuidoras no le han hecho caso, y el pequeño comercio ha puesto el grito en el cielo porque si un hipermercado baja los precios, ¿quién va a comprar en la tienda de la esquina?

Que el sector PSOE haya dejado a Yolanda Díaz estrellarse contra la realidad es parte de la lógica de las cosas: aunque son socios de gobierno, son rivales electorales. Más significativo es que Podemos haya tenido esa misma voluntad. Díaz no dispone de competencias en materia de alimentación, y solo ha querido estar a su lado Alberto Garzón, que busca desesperadamente una sombra bajo la que cobijarse porque su futuro político tiene mal aspecto.

Mientras, las familias soportan una inflación del 10,5%, a la espera de más soluciones y menos propaganda.