Política

Dogma o realidad, usted escoja

Que salgan violadores a la calle gracias a una ley que se propone defender a las mujeres revela que algo ha fallado de manera incuestionable

Clara escucha sorprendida la confesión de Joaquín Sabina, que revela que antes era de izquierdas pero ahora menos porque tiene ojos. Pero la sorpresa deja pronto paso a la empatía, porque a ella le pasa un poco igual. Hace mucho tiempo que le decepcionó el infantil dogmatismo en que se ha situado ese rebaño político que ocupa el ala izquierda del gobierno, que se empeña en mostrarse como único y auténtico portador de las esencias revolucionarias, feministas, sociales, populares y de la gente. Hasta la llegada de Podemos a España ni el feminismo era tal ni la izquierda había avanzado en su objetivo de liberar al mundo de la opresión fascista, y la transición fue un pacto de amiguetes para repartirse el futuro de una especie de democracia engañosa y demediada. Tal que así ve el mundo, o eso le parece a Clara, este selecto club de los que saben de verdad qué le interesa a la ciudadanía, mejor aún que la ciudadanía misma.

Su Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual ha tenido como primer resultado palpable un ruido de cadenas liberadas, por recorte de años de presidio a tipos que han abusado de mujeres o niñas.

Ante esta realidad incómoda y, a lo que parece, inesperada, la estrategia decidida por el Ministerio de Igualdad, promotor de una ley que, no obstante, es responsabilidad de todo el gobierno, es volver a tirar de plantilla, aunque sea la peor posible y esté desnudando su incapacidad para el diálogo. ¿Y cuál es la plantilla? La que estamos viendo: brocha gorda ante la crítica, descalificación ante el rechazo, exabrupto para el reproche. Con Podemos siempre es así. Tiene una lista de respuestas de brocha gorda en la que reinan invencibles términos (des) calificadores como machista, fascista, manipulador, ignorantes, colaquero o revisionista, aplicados según el lado del que venga el desacuerdo. Si usted, como Clara, discrepa o cuestiona algo de lo que hacen o dicen, puede colocarse perfectamente uno o varios. Seguro que atina.

Fachas con toga o jueces machistas, en ese círculo del infierno ponen Montero y su partido a la judicatura que por toda España está revisando penas y condenas a quienes fueron sentenciados como abusadores. Hay al menos cinco excarcelaciones y más de 14 reducciones de pena. La unificación de abusos y agresiones en agresión sexual, considerando como tal toda relación sin consentimiento, ha propiciado que algunos delitos vean reducido el mínimo de su pena, abriendo un resquicio por el que abogados defensores de condenados están reclamando y obteniendo recortes de años en las condenas. Lo deciden jueces y juezas de toda ideología y color simplemente aplicando la nueva ley y el principio de beneficiar siempre al reo, tal y como determina la propia Constitución.

Si la ley del «sí es sí» pretendía proteger a las víctimas, flaco favor les ha hecho regalando libertad a los agresores. Si pretendía tranquilizar y calmar a la opinión pública ante un tipo de delitos que sigue aumentando, ha conseguido más bien lo contrario.

Pero ante la evidencia, Montero sigue defendiendo que ha hecho bien las cosas, y hasta proclama que está levantando un nuevo armazón jurídico para proteger a las mujeres. Alguien le debería hacer ver que se ha creado un problema, y que su obligación es solucionarlo. De momento no lo ve, de momento es incapaz, como la jueza Rosell, o el resto de la guardia real de Igualdad, de darse cuenta de que por mucha razón que se otorguen o mucha pericia que afirmen tener, hay una sensación entre la ciudadanía de que la ley es más chapucera de lo que probablemente sea.

Que salgan violadores a la calle gracias a una ley que se propone defender a las mujeres revela que algo ha fallado de manera incuestionable. Responder al fallo disparando a la judicatura como si todos los jueces fueran señoros machistas o fachas togados, demuestra poco talento y nula capacidad política. Ha visto Clara en la tele y escuchado en la radio testimonios de jueces y juezas molestos, como poco, por esa generalización tan poco rigurosa, tan políticamente infantil. Hasta la directora del Observatorio para la violencia de género, Ángeles Carmona, ha tenido que salir a decirle a Igualdad que la formación de los jueces en esa materia es muy superior a lo que estima y declara Montero.

Piensa Clara que a no mucho tardar será el propio Pedro Sánchez quien fuerce a la hoy todavía enrocada Montero a revisar la Ley para corregir lo que sea necesario y calmar ánimos políticos y de la calle.

Recuerda a Sabina y su confesión de decepcionada lejanía. Y sus canciones, y cómo por alguna de ellas le ha puesto también la cruz de machista este feminismo censor e intolerante que no atiende a razones que no sean las propias ni respeta arte alguno que quiebre su dogma.