Política

Machistas y fascistas

«Podemos abandonó pronto su condición de ‘’nueva política’' al olvidar su compromiso con la democracia interna»

Es tradición en la extrema izquierda que tres militantes formen cuatro partidos. Y que, una vez ocurre eso, el enfrentamiento se desencadene en términos altamente virulentos.

En España eso que eufemísticamente algunos denominan como «el espacio a la izquierda del PSOE» se ha atomizado a niveles impensables hace pocos años, cuando Podemos parecía haber encontrado la receta magistral para unificar a quienes se encuentran en ese sector político, extramuros de la centralidad. Pero no ha tenido que pasar mucho tiempo para que la idea haya derivado en la salida inamistosa de la mayoría de sus fundadores, en la creación de otros partidos (como Más País), en el alejamiento táctico de algunas confluencias (como Compromís), en la desaparición electoral de otras (las Mareas gallegas) y en una constante fuga de votantes.

Podemos abandonó pronto su condición de «nueva política» al olvidar su compromiso con la democracia interna. Las primarias para elegir a los candidatos ya son solo parodias, una vez que el elefante en la cacharrería se dedica primero a señalar con el dedo a su sucesora, y después a darle latigazos dialécticos para evitar que lo sea. Y cuando todo el discurso político queda resumido en acusar a cualquier que se mueva de machista y fascista. Es como en ese viejo juego infantil: que cuando repites muchas veces la palabra jamón, parece que dices monja, y ya no significa ni lo uno ni lo otro.

Pero lo más interesante del caso es cómo un partido venido a menos en términos electorales y con un liderazgo ejercido desde Twitter mantenga a cinco de los suyos ocupando asientos del consejo de ministros. Porque ni ellos se van, a pesar de no coincidir en casi nada con el otro sector del Gobierno, ni ese otro sector del Gobierno los echa para que no se desarme el tenderete.

Solo en las últimas semanas, la pintoresca gestión de la tragedia de Melilla, de la ley Trans, de la del «solo sí es sí», de la derogación del delito de sedición y del debate sobre cómo retocar el de malversación son un ejemplo de en qué consiste la cosa.