Poesía

Pere Gimferrer, poeta absoluto y actual

«El autor persigue el ser de la poesía, pero también hay significado, tristeza y oscuridad al observar la actualidad»

Pere Gimferrer, el mayor poeta español vivo –en castellano y catalán–, rebusca en Ovidio y halla un verso hermoso y melancólico «cum subit illius tristissima noctis imago...», del que surge el título de su último libro (Vandalia, Planeta). Apenas dieciséis poemas breves, mínimos algunos, pero intensos, absolutos como el autor. También herméticos, complejos y bellos, muy bellos y tan sonoros que huelgan exégesis. El autor persigue, desde la tradición gongorina y lorquiana, el ser de la poesía. Hay música en las palabras, que viven por sí mismas, pero también significado, aunque no sea evidente y exija esfuerzo. El poeta vive en la realidad y sus versos no son inmunes a lo que ocurre. Lo reconoció en 2016, cuando publicó «No en mis días» (Vandalia): «Me interesa más Shakespeare, pero lo que veo en los Telediarios me empuja a escribir». Así surgió «Parlamentarismo 2016: La mona de Tetuán, el aire rojo,/la noche de los ángeles sin voz».También «Hoy las camisas negras van plisadas./Un maestral del Ventennio está arando Europa». «La mona de Tetuán» procede de unos versos de Calderón y es una forma de señalar a quienes hablan mucho para no decir nada. El «Ventennio» fue el mandato de Mussolini (1923-1943). Rufián y otros no vestirían tanto de negro en otros países. El poeta soñaba un futuro que «será un valle sin espadas/el oro de las hadas». Seis años después, Gimferrer vuelve a deslumbrar, refugiado en «la tristísima visión de aquella noche». En «No en mis días» no llegó a tiempo para escribir de la entonces crisis del PSOE, pero improvisó una crítica lapidaria, simbólica y musical: «La guerra de los ángeles de paja/se ha desatado en plena oscuridad». «Tristissima noctis imago» ha aparecido antes de los enredos con la sedición, la malversación y las sugerencias a los jueces de qué deben hacer. Advierte, no obstante, de lo que ocurre «en el vientre de las cáfilas del mundo» y observa «el espigón del miedo» con Valdés Leal al fondo, pintor de lo macabro. Otro símbolo. Sin embargo, el poeta siempre joven, como lo llamó Octavio Paz, hace poesía que trasciende al poema, pero se despide, por ahora, enigmático y triste: «Con la muchacha ciega de las nubes/en el velero de la oscuridad», aunque sea azul del mar. Poeta absoluto y actual. Deslumbrante Gimferrer.