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Al hilo del «Panteón de España»

Ha de encuadrarse dentro de un tema más general, que es el relativo a la identificación de los referentes democráticos de nuestra historia

En Francia, el Panteón en París sirve para albergar los cuerpos de los hombres ilustres de la patria (en su frontispicio se graba la inscripción Aux grands hommes la patrie reconnaissante). En España tenemos actualmente (también en la capital) el Panteón de España (anteriormente llamado Panteón de Hombres Ilustres) como edificio de estilo neobizantino ubicado entre la calle de Julián Gayarre, por la que tiene su entrada, y el paseo de la Reina Cristina, junto a la Basílica de Nuestra Señora de Atocha.

En el caso español se advierte sin embargo, actualmente, indefinición y desorientación en torno a la idea misma que subyace a la existencia de un Panteón de España. Es decir, qué hacer. La desorientación afecta a la misma idea como proyecto. De hecho, no se han tomado decisiones en España durante los últimos años, sobre el hecho subyacente a la existencia de un Panteón.

Por eso, el motivo de esta publicación es informar de lo que, a mi juicio, podría ser la posible guía de actuaciones para que Presidencia del Gobierno tuviera criterios acerca de qué hacer en torno a la idea que subyace a la existencia de un Panteón de España como proyecto de futuro. Dicha guía de actuaciones la he desarrollado en mi libro «El arraigo de la democracia española» que acaba de ser publicado por la Editorial Dykinson de Madrid, tan solo hace un par de días.

Antes que nada, advertir que en este asunto creo debe actuarse de forma más profesional que política. De hecho, los académicos fueron quienes en el siglo XIX decidieron qué debía hacerse en torno a la idea del referido Panteón, ya que fueron aquellos quienes seleccionaron los personajes que debían estar en ese edificio (por entonces otro distinto del actual), tras 1837, por tanto pocas décadas después del francés. Digo esto, porque da un poco de miedo pensar que el futuro de la idea del Panteón de España quedara a merced de ideologías políticas, máxime en los tiempos actuales. Esa misma ratio, académica neutral, debería proseguir hoy día, si bien actualizada a la sensibilidad de los nuevos tiempos, donde lo importante al parecer es no solo el carácter ilustre del referente histórico sino su carácter democrático.

En realidad, advirtiendo lo que ocurre en otros países próximos al nuestro, la idea del Panteón de España ha de encuadrarse dentro de un tema más general, que es el relativo a la identificación de los referentes democráticos de nuestra historia (este es el objeto principal del libro referido antes): si se visita o acude a Norteamérica, Reino Unido o Francia, se observa que en todos estos países se parte de un deseo de dar una imagen democrática del país sobre la base de sus referentes históricos, seleccionándose a tal fin una serie de personajes que se toman como «referentes históricos» de la democracia actual; todos ellos tienen una antigüedad mayor de 150 años, incluso mucho más. Pues bien, sería inusual que, después de haber mantenido España una historia paralela con esos otros Estados, ahora de pronto esos otros países sean una referencia internacional para la democracia basada en la suma de los referentes de sus respectivas historias y que en cambio España no lo sea, cuando cuenta con hitos democráticos incluso más relevantes que en aquellos otros Estados, así, las primeras Cortes «democráticas» de la historia (en León en 1188 sin perjuicio de las de Carrión de los Condes el mismo año), la primera Constitución de igual signo democrático (es decir, la Ley perpetua de Ávila de 1520), los primeros defensores de los derechos humanos (en la Escuela de Salamanca), y, sobre todo, la Constitución de Cádiz (Jovellanos y Argüelles) con un alcance transoceánico.

Esta idea de fondo, a mi juicio, es la que ha de servir para guiar las actuaciones del presente en torno al futuro del Panteón de España, buscando referentes pacíficos de este tipo, con más de 100 o 150 años de antigüedad, para evitar debates infructuosos. La idea de fondo, por tanto, parece clara. Se trata de seguir el mismo ejemplo que Francia, EE. UU. de América o Reino Unido, desarrollando una misma imagen de democracia española sobre la base de sus ejemplares referentes históricos, dejando al margen la ideologización y también los complejos. Este es el reto principal y el Panteón de España no es sino una parte del asunto principal referido. Las ideas de concreción de este proyecto merecen ser desarrolladas ya en otro foro diferente.

Santiago González-Varas Ibáñez es catedrático.