Los puntos sobre las íes

Los 50 años de la muerte de Sánchez

Franco le importa un pepino. El caso es hacer ruido para que nos olvidemos del latrocinio que le rodea

Sánchez dio ayer un nuevo paso en el aniquilamiento de las libertades al anunciar que convertirá en papel mojado el artículo 125 de la Constitución, que consagra la acción popular en los procesos judiciales. Un elemento esencial en nuestro Estado de Derecho toda vez que permite a la Justicia llegar donde magistrados y fiscales no pueden o no quieren. No sólo eso: el autócrata monclovita pretende que la Fiscalía, comandada en estos momentos por un candidato a delincuente, sustituya a los jueces en la instrucción de estos escándalos. No les voy a decir ni a contar a ustedes de quién depende el Ministerio Público porque el personaje ya se encargó de recordarlo matonilmente en Radio Nacional.

Ergo, la instrucción de todos los casos de corrupción quedará en manos del Gobierno de turno. Por si fuera poco, pretende que la jibarización de la acusación popular se aplique ya a los casos abiertos a Begoña Gómez y David Azagra. Un acto despótico que avergonzaría a Maduro, a Fidel Castro y, obviamente, a ese Francisco Franco que es su fuente de inspiración. Su mujer está tetraimputada y el hermanísimo pentaimputado o, lo que es lo mismo, es cinco veces presunto corrupto. Como quiera que la Fiscalía no les acusa, y teniendo en cuenta que los jueces siguen el principio acusatorio, tanto el escándalo protagonizado por Bego como el de David Sánchez, que se esconde bajo el alias de Azagra para que no le relacionen con su hermano, dormirían el sueño de los justos. Con la instrucción en manos de García Ortiz la misma suerte correrían las denuncias del extorsionado Aldama: se irían de rositas Ángel Víctor Torres, Carlos Moreno, Santos Cerdán, Koldo y Ábalos. ¡Ah! y también Tito Berni y sus muy farloperos y no menos puteros amigos de bancada socialista. Idéntica luz de gas difuminaría una cada vez menos eventual imputación del propio Sánchez.

La Línea Maginot sanchista frente a este maremágnum de corrupción tiene dos vertientes: la legislativa, que pasa por retorcer malévolamente el Código Penal, y la propagandística. En esta última tiene un peso fundamental ese Francoñazo que el pájaro se saca de la chistera cada vez que vienen mal dadas. Como si a los españoles les importase más un dictador que la espichó en la cama hace medio siglo que el drama de la vivienda, la inflación, la inseguridad ciudadana o el trinque de sus políticos. Ahora, bajo el lema España en libertad, se va a gastar un pastizal obsceno en conmemorar el óbito del general tomándonos a todos sus compatriotas por gilipollas. Olvida que desde el fallecimiento del tirano hasta las primeras elecciones democráticas pasaron 18 meses y que entre el 20-N y la aprobación de la Constitución transcurrieron tres añazos.

Un nuevo bulo de un pájaro que estrena el Francoñazo 2025 –100 actos– insultando a la inteligencia de los más viejos del lugar: Con faldas y a lo loco, la majestuosa comedia de Billy Wilder, no sólo no fue prohibida por el franquismo sino que se estrenó en España en 1963. A nuestro protagonista, yerno de un militante de Fuerza Nueva, antaño más de derechas que el edil más reaccionario del PP capitalino, Franco le importa un pepino. El caso es hacer ruido para que nos olvidemos del latrocinio que le rodea. Y, mientras, el Franquito del siglo XXI continúa cargándose la democracia como si no hubiera un mañana. Con esto de los 50 años del óbito de su ídolo ha de andarse con cuidado. Seguro que sus enemigos están tentados de hacer lo propio con él el día que, el diablo quiera que tarde mucho, abandone este mundo.