Sin Perdón
La beneficencia 2.0 de Montero
«La ayuda de los pensionistas a sus familiares en dificultades debería ser la excepción, porque es una anomalía»
Me parece fascinante la profundidad del pensamiento económico de la ministra de Hacienda. En alguna asignatura de Económicas explican el fenómeno de las pensiones, utilizo ese término, porque ahora ya entiendo que encaja mejor que otros más académicos. Cuando explicaba Historia del Comercio en ADE me gustaba mostrar la evolución de la solidaridad hacia los más desfavorecidos desde el modelo de beneficencia del Antiguo Régimen al actual Estado del Bienestar. El primero era característico de un sistema no democrático. No había un modelo público asistencial, sanitario y educativo. Todo dependía de la generosidad de los aristócratas, los burgueses y el clero. Mi buen amigo Gonzalo Anes, uno de los grandes historiadores de la Economía, preguntaba en clase qué era más valioso en el siglo XIX: el esclavo de una plantación de Georgia, no recuerdo que estado ponía de ejemplo, o el obrero de una fábrica textil de Mánchester. Era una provocación, porque la respuesta, aunque espantosa, es muy clara. El primero era un bien que se podía vender mientras que del segundo se podía prescindir sin ningún coste. Había una enorme masa de población que había abandonado la Inglaterra agrícola para trasladarse a los nuevos centros fabriles.
Estaba convencido que desde entonces habíamos evolucionado y que las pensiones en el Estado Social y Democrático de Derecho, en contraposición del modelo liberal del XIX, eran un instrumento para garantizar unas percepciones dignas al finalizar la vida laboral. María Jesús Montero me ha abierto los ojos. Ahora sé que es un modelo de beneficencia intergeneracional. El dinero de los pensionistas tiene que utilizarse para ayudar a sus hijos y sus nietos. En lugar de desarrollar una actuación más eficaz desde el Gobierno en este terreno reduciendo el gasto superfluo, que es espectacular, lo que se trata es de subir la recaudación fiscal gracias a la inflación y tener más dinero al servicio de la campaña de reelección del presidente. La ayuda de los pensionistas a sus familiares en dificultades debería ser la excepción, porque es una anomalía, pero la titular de Hacienda considera que es uno de los fines de la pensión. Es una interpretación ciertamente pintoresca. Es el nacimiento de la nueva beneficencia 2.0 que bien merece un buen manual a cargo de la ministra.
Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)
✕
Accede a tu cuenta para comentar